Desde la Sociedad Argentina de Pediatría insistieron en la recomendación de ‘Cero alcohol’ hasta los 18 años.
Si bien la pandemia contribuyó indirectamente a la disminución del consumo de alcohol entre los adolescentes, ya que la mayoría permaneció en sus casas con un entorno familiar de mayor contención, la llegada de las vacaciones preocupa ante la proliferación de las fiestas clandestinas y la ingesta de bebidas.
Por eso, desde la Sociedad Argentina de Pediatría insistieron en la recomendación de ‘Cero alcohol’ hasta los 18 años de edad, compartieron una serie de recomendaciones y advirtieron sobre los riesgos asociados a la ingesta excesiva de alcohol, sobre todo en los menores de edad.
“La adolescencia es una etapa de experimentación, de sensación de omnipotencia, de búsqueda del riesgo y de cuestionamiento de las normas. En ese contexto, el alcohol es la droga de más fácil acceso para niños y adolescentes, mientras que la percepción de riesgo asociado al consumo de alcohol es la más baja entre todas las sustancias adictivas”, sostuvo Graciela Morales, médica pediatra especialista en Adolescencia, Secretaria del Grupo de Trabajo en Adicciones de la SAP.
El alcohol es la sustancia psicoactiva más utilizada en todas las edades. Según un estudio del Observatorio de Drogas de la Sedronar de 2017, el consumo entre los 12 a 17 años en ese año fue del 60,5% y entre aquellos que consumieron alcohol en el mes anterior, el 47% lo había hecho en forma excesiva y en más de una oportunidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la abstinencia completa de alcohol en menores de 18 años y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) adhiere a esa recomendación, manifestaron especialistas de esta institución.
“El alcohol es una sustancia depresora que afecta al sistema nervioso central, y el organismo de los menores de 18 años no está lo suficientemente desarrollado como para metabolizarlo, por lo que los afecta más que a los adultos. La enzima que metaboliza el alcohol en el hígado funciona correctamente recién entre los 18 y los 20 años, por lo que las borracheras en los adolescentes son más agudas y más dañinas, ya que su sistema nervioso central aún está en desarrollo”, advirtieron.
“El alcohol se distribuye por el cuerpo y se elimina en un 90% por el hígado y, el resto, por los pulmones, riñón y sudor. Debido a esta difusión por todo el organismo, más allá de los efectos psíquicos -que son los que primero se perciben-, el alcohol actúa también sobre los diferentes órganos del cuerpo. Los daños corporales se producen, por tanto, con el uso continuado de cantidades de alcohol que el organismo tiene dificultades para metabolizar, aunque el consumidor no perciba ningún peligro”, destacó Marta Eugenia Braschi, médica pediatra y toxicóloga, miembro del Comité de Adicciones de la Sociedad Argentina de Pediatría.
LAS CONSECUENCIAS
El consumo de alcohol en la adolescencia interfiere con el crecimiento, la nutrición y el desarrollo de la personalidad. Las bebidas alcohólicas modifican el ánimo, la memoria, el pensamiento, las sensaciones y la voluntad. Su consumo aumenta las posibilidades de sufrir un accidente al realizar actividades tales como deportes, conducción de motos y/o autos, y hasta las salidas recreativas con los amigos.
Al tomar alcohol en pequeñas cantidades, esta actividad depresora suele generar una sensación de liberación, relajación e incluso de alegría; pero al aumentar la dosis, puede producir una falsa sensación de estimulación debida al progresivo entorpecimiento de las funciones superiores.
Y en dosis mayores llega la embriaguez, caracterizada por alteraciones del comportamiento, reducción de la facultad de autocrítica, mala coordinación de los movimientos y alteración de la capacidad perceptiva y, si la depresión del sistema nervioso es intensa, puede llegar hasta el coma etílico.