OPINIÓN
Esta semana se desarrolló en Córdoba el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, bajo el lema “América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento”. Se trata de un acontecimiento que constituye un espacio de reflexión sobre los actuales problemas y desafíos del idioma español.
Entre distintas temáticas a tratar, una de las que no estaba en el programa del congreso, se manifestó en las exposiciones de algunas de las mesas y paneles: el lenguaje inclusivo. Si bien no era un tópico planteado en los folletos, se introdujo en los planteos, dejando a la luz distintas posturas.
Es necesario resaltar que, aparentemente, en este lenguaje “inclusivo” se ha asociado la “inclusión” a lo “no sexista”. Vale la pena preguntarse si el alcance de la inclusión es solamente ese. O más bien, si incluir significa cambiar algunas letras.
¿Por qué la “E”, la “X” y el “@”(arroba)? Siempre me pregunto al leer mails, WhatsApp y escritos en distintos medios, cómo se pronunciarían la “X” y el “@”. ¿O acaso se trataría sólo de expresarlas en el lenguaje escrito?
Se lo ha denominado inclusivo, como si este lenguaje fuera el contenedor de todas las formas de exclusión. Se escribe con la “X” pero todavía se prohíbe la entrada de ciertas personas a determinados lugares. Se habla con la “E”, pero son pocos los que se acercan a una persona no vidente para ayudarla a cruzar la calle. Se escribe con “@”, pero el lenguaje de señas y el braille todavía no han sido aprendidos por una gran mayoría. Entonces: ¿De qué estamos hablando?, ¿Qué inclusión estamos defendiendo?
Estos temas, son hoy parte del mundo de la educación. La enseñanza del idioma con todas sus reglas debería ser una preocupación y ocupación de todos los educadores y la sociedad en su conjunto. ¿Qué estamos haciendo hoy desde las aulas?
Martina Valentini
Lic. en Ciencias de la Educación
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