Una vez más, el cruce de las rutas 7 y 51 se convierte en escenario de un accidente trágico.
Una vez más, el cruce de las rutas 7 y 51 se convierte en escenario de un accidente trágico. En esta ocasión, el intendente kirchnerista de Carmen de Areco, Iván Villagrán, ha señalado al gobierno nacional como responsable de la paralización de las obras que, según afirma, podrían haber evitado este desenlace. Sin embargo, sus palabras han despertado el rechazo de la ciudadanía, que cuestiona cómo es posible que, después de una década, el proyecto aún esté inconcluso y que las promesas sobre su finalización sigan sin cumplirse.
La historia de esta obra refleja lo que muchos consideran uno de los grandes problemas históricos de los gobiernos del país: la falta de continuidad y transparencia. Los vecinos nos recuerdan que el proyecto comenzó hace como diez años, cuando la autovía Luján-Junín requería un puente que quedaría inconcluso durante la gestión de María Eugenia Vidal, a pesar de haberse anunciado que los fondos estaban asegurados para su finalización. Desde entonces, el puente ha permanecido como un símbolo de la desidia, en el olvido de las autoridades, mientras los accidentes continúan cobrándose vidas.
Las preguntas que emergen de este trágico suceso son inevitables: ¿dónde están los fondos que alguna vez fueron destinados a esta obra? ¿Cómo se explica que, una década después, siga siendo un cruce peligroso? La situación apunta a la necesidad de respuestas claras sobre el destino del dinero público y a una rendición de cuentas seria por parte de quienes han tenido en sus manos la responsabilidad de gestionar esta obra.
En lugar de asumir la responsabilidad y buscar soluciones, el intendente de Carmen de Areco, Iván Villagrán, ha preferido volcar la culpa en otras instancias, obviando el hecho de que la paralización de esta obra viene de años atrás. ¿Hasta cuándo continuará esta cadena de omisiones y dilaciones? La seguridad vial de la ciudad no puede depender de excusas o acusaciones cruzadas; la gente exige un compromiso real y un cambio en la manera en que se gestionan los proyectos destinados a mejorar la vida de todos.
La ciudadanía ya no se conforma con explicaciones vacías. Cada accidente en el cruce de las rutas 7 y 51 representa una oportunidad desperdiciada para que las autoridades tomen en serio sus obligaciones.
Este problema se soluciona con un sistema de obras públicas al estilo chileno, modelo al cual el gobierno de Javier Milei ha manifestado su adhesión. Se trata de una colaboración público-privada que permite desarrollar obras prioritarias e importantes sin depender exclusivamente de la aprobación de presupuestos anuales en el Congreso, lo cual reduce el riesgo de parálisis de proyectos tras los cambios de gestión. Este enfoque también podría evitar que los fondos destinados a infraestructura pública se desvíen hacia otros fines, como ha ocurrido en algunos casos de corrupción conocidos en el país, como ir a parar bajo el colchón del jet privado del kirchnerista de Insaurralde o a los tesoros enterrados del kirchnerista de López, por dar algunos ejemplos.
Como todo Kisneristas, siempre la culpa la tiene otro