Anoche, la dirección de asistencia médica del Hospital Posadas decretó la muerte cerebral de Lourdes Espíndola, la policía de 25 años que había sido baleada en el cuello anteayer, poco antes de las 19, cuando esperaba un colectivo en la avenida Quintana y colectora del Acceso Oeste, al término de su servicio de custodia en el peaje de la autopista, en Ituzaingó. Allí se enfrentó con dos motochorros que luego de acertarle un disparo entre la clavícula izquierda y la tráquea que le cercenó la carótida le robaron el arma.
En un comunicado, el Ministerio de Salud de la Nación, del que depende el hospital situado en El Palomar, informó que «a partir de las prácticas de rigor se ha determinado la muerte cerebral de la paciente […] que ingresara con herida de arma de fuego en la región supraclavicular izquierda, con lesión carotídea y traqueal». Y precisó: «Por decisión de la familia, se ha iniciado el proceso para la procuración de órganos a través del Incucai y Cucaiba, dando así la posibilidad de seguir viviendo a otras personas que están a la espera de un trasplante».
Espíndola, que tenía dos hijos, había entrado a la policía bonaerense hace tres años y cumplía tareas de policía adicional en el peaje Quintana B del Acceso Oeste, mano a Capital. Tras haber completado el servicio, y mientras esperaba transporte para ir a su casa en una parada de colectivo sobre Quintana, a unos 15 metros de la colectora, mantuvo el enfrentamiento que, al cabo, segaría su vida. Mientras perdía mucha sangre, alcanzó a enviarle a su marido, Fernando Altamirano, también policía, un dramático mensaje de WhatsApp: «Me dispararon, me estoy muriendo».
Ayer a la mañana, y luego de una noche larguísima en la que los médicos del Posadas hacían todo lo que estaba a su alcance para mantener a Lourdes con vida, Altamirano, arrasado por el dolor y enojado, dijo, en declaraciones a la prensa: «A partir de hoy no soy más policía. Amamos lo que hacemos, pero el policía de la provincia de Buenos Aires está todo el tiempo desprotegido». Contó que con su mujer hablaban de que no serían policías toda la vida, y agregó: «Vivíamos con el adicional, teníamos sueños para hacer nuestro dúplex, porque no queríamos esperar a que nos den un tiro».
«No se puede vivir más en este país. Ya no quiero ser policía; tengo dos hijos que son el amor de mi vida y no voy a permitir que se queden sin papá», cerró.
Luego de esas declaraciones atravesadas por la angustia, el jefe de la policía bonaerense, comisario general Fabián Perroni, llegó hasta el Posadas para visitar a su subalterna (que agonizaba, después de haber perdido muchísima sangre) y dar apoyo a la familia. [La Nación]