EDUCACIÓN
En los últimos años, el acceso a la universidad se ha ido incrementando de manera considerable. Asimismo, han aparecido nuevas universidades, nuevas carreras y se han actualizado muchos planes de estudio.
Sin embargo, paralelamente a este crecimiento de la tasa de ingreso a la educación superior, y específicamente a la universitaria, se han ido registrando, sobre todo en los últimos años, significativas diferencias respecto del número de ingresantes y de egresados año a año, en distintas carreras.
En relación con este punto, hace unos días el Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, mostraba en el marco de una mesa redonda en la Feria Internacional del Libro, un gráfico que llamaba la atención del auditorio. El esquema exponía los datos numéricos expresados en barras referidos a los ingresantes y los egresados de la carrera de Medicina desde el año 2000 hasta la actualidad.
Las diferencias en algunos años llegaban a ser del 50% o más. Para dar un ejemplo, en el año 2016, ingresaron aproximadamente 3300 estudiantes, mientras que ese mismo año egresaron 1300 (independientemente del año de inicio de esa cohorte). Lo cierto es que se trata de números que muestran una realidad que no solo sucede en universidades públicas, sino también en privadas. Estamos sin dudas en presencia de tasas de graduación bajas, atravesadas por otros indicadores como el abandono.
Si se indagan los motivos de estos datos, es decir, si se los contextualiza y se les intenta dar explicación, podrían considerarse varios puntos. En primer lugar, es necesario reconocer que la brecha entre la educación secundaria y la educación superior en nuestro país es cada vez mayor.
Por otro lado, puede haber una diferencia entre las expectativas que los estudiantes tienen respecto de la carrera elegida y la realidad encontrada al ingresar a la universidad. En este sentido, desde muchas universidades se están enfatizando los programas de tutoría y orientación vocacional, para acompañar a los alumnos en ese camino de reafirmación de la vocación.
Por otra parte, puede generarse una sensación de incompatibilidad de responsabilidades y tiempos en los casos en los que además de estudiar, las personas trabajan y/o tienen familias a cargo.
A su vez, puede existir una desmotivación dada por la falta de entendimiento de ciertos contenidos de determinadas materias de la carrera, o bien por las primeras experiencias de exámenes. Éstos y otros tantos pueden ser los factores que condicionan la continuidad de una carrera. Lo cierto es que vale la pena reconocerlos para poder afrontarlos con estrategias que permitan destrabar caminos para que el tránsito por los estudios superiores no se convierta en “la supervivencia del más apto”.
Martina Valentini
Lic. en Ciencias de la Educación
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