“OCHO Y MEDIO” de Federico Fellini. Una de las obras cumbre de la historia del cine, este domingo 16 de febrero a las 21 hs gratis en el Teatro El Chasqui. Copia nueva remasterizada. Presentan Netcinearte (Jorge Russo y Ricardo Watson) y Teatro El Chasqui.
8½ sigue siendo, al día de hoy, la gran película metacinematográfica de la historia. Narra la crisis creativa de Guido Anselmo, un cineasta bloqueado, alter ego del propio Fellini, que se refugia en un balneario para reflexionar.
Allí, Guido-Fellini intenta trabajar en su nueva película, que trata precisamente sobre un cineasta en crisis. Entre las dudas y la confusión del protagonista, vamos dándonos cuenta de que esa obra que prepara es la misma que estamos viendo: 8½. Es decir, no vemos solo la película, sino también, y a la vez, su proceso de creación.
Por eso no tiene título (Fellini la llamó 8½ porque antes había rodado siete largometrajes y medio): porque no cuenta nada, sino que se cuenta a sí misma. Y en ese contarse a sí misma, 8½ da la sensación de contarlo todo.
El filme de Fellini es un gran monólogo lírico en el que se entremezclan escenas de realidad, sueños, recuerdos y fantasía, a fin de expresar la gran confusión del mundo mental de ese cineasta interpretado por Marcello Mastroianni. Un mundo mental que domina la película como nunca se había visto antes, pues la cámara de Fellini se instala literalmente en la mente del protagonista.
No es solo que el punto de vista sea de Guido Anselmo, es que nos pasamos dos horas y media sentados en su psique, que nos va guiando por la película a base de transiciones que funcionan como si fueran conexiones neuronales. Y ya hemos comentado que el protagonista es un trasunto clarísimo de Fellini, de modo que 8½ es un gran viaje por la confundida mente de su autor, que expone aquí, con brutal honestidad y sin ningún pudor, todas sus fobias, sus manías, sus obsesiones y sus sueños.
Fellini no se conformó con hacer cine, quiso ser cine. Estamos ante una obra tan personal, tan viva… que intentar acercarse a ella de modo puramente explicativo carece de sentido. Y eso no significa que no pueda hacerse, porque 8½ es una deslumbrante muestra de dominio de todos los componentes de la dirección cinematográfica. Un domino formal que podría analizarse extensamente, pero que no daría, por sí solo, para explicar la grandeza y la magia de esta obra maestra.
Señalemos sí, una composición de las imágenes que sigue una cadencia musical; sus largos planos secuencia en los que cámara y actores se mueven en una magnífica coreografía; el dominio absoluto del espacio como elemento expresivo y el uso de los decorados; y finalmente la creación de un lenguaje cinematográfico particular capaz de expresar el mundo psicológico.
Pero 8½ no es solo la película que los cineastas modernos siempre quisieron rodar. Es también la obra más puramente cinematográfica que se ha filmado. Ninguna otra película resulta tan inconcebible en otro soporte que no sea el celuloide. Quizá por eso está entre las favoritas de incontables directores, desde Truffaut a Bergman y Scorsese (Miguel Faus).
Para rodar esta película en blanco y negro, Fellini convocó a Gianni Di Venanzo, director de fotografía habitual de Antonioni. Nino Rota compuso una de las partituras más célebres de su carrera. Leo Catozzo finalizó con este título su carrera como editor, un trabajo considerado una de las cumbres en materia de montaje cinematográfico. Para los papeles principales, Fellini convocó a cuatro de sus intérpretes habituales: Marcello Mastroianni, Anouk Aimée, Sandra Milo y Claudia Cardinale. 8 y 1/2. En realidad 10.