En “Tan Mínima” hay una conjunción de talentos jóvenes que se encontraron de la mejor manera posible: con respeto a la materia con la que trabajan, con capacidad e innovación creativa, con imaginación.
Se abre el portón de entrada y casi a oscuras entramos a una casa poblada por un pasado ideal y un presente tormentoso: de las paredes atiborradas de cuadros con escenas románticas, de las mesas con mantelitos bordados y adornos kirsch, de la cama casi “chaise longue”, de la escalera que será protagónica en el final, de las paredes con estampas de santos y altar encendido, de las alfombras gastadas, de todo eso y más emerge la figura imponente y tragicómica de la poetisa, su vestido de terciopelo bordó y el inagotable caudal de versos con los cuales ilustra-vomita su frustración recurrente: a ella, a Débora, una vez más, no le han otorgado el Gran Premio Nacional de Poesía. Y mientras tanto, (excelente recurso dramático) de un costado, a través de los vidrios de la ventanita de la cocina, asoman dos ojos tristes y unos guantes de goma que manipulan copas de cristal verde; primero son los guantes y luego la voz titubeante de la otra ella, Nieves, la fiel servidora (y mucama y sirvienta y mandadera y confidente y reprimida) que acompañará a su ama en la brutal decisión de suicidarse con veneno de ratas para castigar al mundo por la indiferencia ante el talento, ante el genio, ante lo sublime. Con esas muertes (gloriosas si pensamos en Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, Sylvia Plath y otras desdichadas talentosas), con ese pacto suicida, la realidad despertará al mundo sobre el valor perdido de la representación.
He aquí la escena, las protagonistas: el diálogo-monólogo si declama Débora o la ensoñación imaginativa delirante de Nieves; todo un mundo de frustraciones, anhelos, miserias y bondades entre estas dos mujeres representadas exacta y eficazmente por dos grandes actores: Leandro Carbone (genial como en todas las actuaciones en que tuve el placer de verlo) y Coto Vega, quien no le va en zaga con su corporalidad de voz y figura. Acompaña la música en vivo (al estilo de las antiguas funciones de cine) y la luz (contraluz) dosificada según quién y dónde esté la acción.
El texto –brillante, barroco, lleno de alusiones al mundo literario y sus autores, a la antinomia realidad-ficción y al sinnúmero de montajes sobre los cuales edificamos nuestras vidas – pertenece a Mariano Saba, joven y multipremiado director y autor teatral argentino. Es bueno destacar que “Tan Mínima” no había sido estrenada y que el mencionado autor le ofreció la obra a la directora para que la trabajara con total libertad. El resultado es excelente. Marina Carrasco decidió montar su versión en el “espacio de atrás” del Centro Cultural Néstor Kirchner de Chivilcoy y convocó a actores para cubrir los personajes de las dos mujeres originales, con lo cual sumó efectos, virtudes ganancias a las ya mencionadas. No puedo dejar de mencionar la interesantísima “vuelta de tuerca” (Henry James siempre presente en esto) que opera pasada la mitad de la obra entre protagonista – antagonista y lleva al clímax para desembocar en la apoteosis final.
Finalmente digo que en “Tan Mínima” hay una conjunción de talentos jóvenes que se encontraron de la mejor manera posible: con respeto a la materia con la que trabajan, con capacidad e innovación creativa, con imaginación. Vayan a verla.
Inés Legarreta
DATOS TÉCNICOS
Dramaturgia: Mariano Saba.
Directora: Marina Carrasco.
Actores: Leandro Carbone y Coto Vega.
Asistencia de Dirección y Arte: Dolores Iriarte.
Música en vivo: Nicolás Muchiut.
Funciones: últimas dos funciones este viernes 10 de junio a las 20hs en el Centro Cultural Néstor Kirchner de Chivilcoy. Luego retoma en septiembre.