Según evidencia científica nacemos con un gen llamado Genotipo Ahorrador que desde la prehistoria (según la teoría de la evolución) se activaba frente a períodos de escases de comida. De esta manera comíamos de más, eligiendo sobre todo alimentos más calóricos, gastábamos menos para reservar y almacenábamos el exceso en forma de grasa para cuando no hubiese y enfrentar largos periodos de hambruna. Así sobrevivió nuestra especie, gracias a este mecanismo desarrollado frente a la escases.
Cuando hacemos una dieta, nuestro cerebro interpreta la falta de alimentos como una alerta y este gen se pone en marcha. Así, frente a la restricción calórica gastamos menos energía, tenemos más ganas de comer, sobre todo carbograsas (fuente más calórica de alimentos), y almacenamos todo como grasa ya que ¡nuestro cuerpo cree que estamos en peligro de supervivencia! Generando como consecuencia el aumento de peso.
Este es uno de los motivos por los cuales las dietas no funcionan. Si así fuera no existirían tantas ni estarían en aumento los índices de sobrepeso y obesidad mundial, como muestra a evidencia.
Frente a esta situación surge el abordaje no dietante del sobrepeso y la obesidad. Donde nutrición, emociones, mente y movimiento son los ejes del tratamiento. Y la legalización del placer la prioridad.
Los invitamos a continuar leyendo en próximas entregas los motivos por los cuales consideramos que las dietas tienen un final y los cambios de hábitos duran para siempre.