Frente a la posibilidad de un nuevo Default, era necesario acordar con el FMI. Si bien el presidente Alberto Fernández celebró que el acuerdo no implicará un ajuste, el país deberá cumplir algunas metas económicas, fiscales y monetarias, en criollo: un ajuste.
Nada distinto a lo que se vino haciendo desde que se tomó la deuda con el organismo extranjero allá por el 2018 y que continuó pese al cambio de gestión y de relato. En caso de duda ver la pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones desde entonces. Ahora el ajuste será con hoja de ruta e inspector externo.
Da la sensación de que el gobierno de Alberto Fernández va camino a ser lo que le encargaron que debía ser: un gobierno de transición. Sin embargo, y contrariamente al plan original de la vicepresidenta, que pretendía dejarle como herencia a su hijo la presidencia del país (o como herencia al país la presidencia de su hijo), es probable que el próximo gobierno sea del mismo color político que tomó la deuda. Hermosa paradoja de este juego perverso y tramposo llamado polarización.
Por su parte, la oposición de Juntos por el Cambio sobrada en razones no tardó en aprobar el acuerdo. El mismo es garantía de ajuste, les ahorra hacer el “trabajo sucio” de cara a una probable vuelta al gobierno. Pero, además, vuelve viable y legitima una deuda tomada por ellos mismos y repleta de irregularidades.
Alberto Fernández hizo campaña presidencial acusando al presidente Macri y sus amigos de fugar 30 de los 39 mil millones prestados por el FMI y prometió, ante asamblea legislativa, instruir una querella criminal para determinar quiénes fueron los autores de “la mayor administración fraudulenta y malversación de caudales públicos de la historia”. Es necesario preguntarse: ¿hubo investigación, en qué quedó?, ¿están identificados los culpables o los fugadores?, ¿de qué manera repararán el daño causado?, ¿otra vez una deuda salvaje que no contribuyó al desarrollo de la Nación queda impune?
¿O será que el jueguito retórico de acusaciones cruzadas entre los últimos dos gobiernos, mientras la calidad de los servicios públicos se deteriora día a día, es solo para la tribuna?
Mientras la vicepresidenta calla y los funcionarios que le responden esperan una carta para saber para qué lado disparar, un funcionario del gobierno, director del Banco Nación, sostiene que el acuerdo sólo retrasa el Default que, según él, es una “construcción discursiva”.
“Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseaos” también lo es.