Hace 50 años, el 11 de mayo de 1974, a la salida de la Iglesia de San Francisco Solano en Villa Luro, donde acababa de celebrar una Misa, fue asesinado el padre Carlos Mugica.
Mugica tenía sólo 44 años, pero una intensa vida dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Decía: “yo sé por el Evangelio, por la actitud de Cristo que tengo que mirar la historia humana desde los pobres; y en la Argentina la mayoría de los pobres son peronistas… para decirlo de una manera muy simple” Por eso, su lema era “siempre junto al Pueblo” y enseñaba, parafraseando a Perón, que la verdadera democracia sería aquella en la que el gobierno haga lo que el pueblo quiera defendiendo un sólo interés: el del Pueblo.
La característica exclusiva del peronismo es la de servir al pueblo y, además, obedecerlo. Por eso, decía Carlos Mugica, que la primera lucha por la Liberación de nuestro pueblo estaba dada por la opción dependencia o liberación nacional. Y esta lucha por la liberación nacional no se tiene que dar necesariamente en la lucha de clases: pueden entrar en ella no sólo los obreros, los estudiantes, sino inclusive los empresarios con sentido nacional. Nosotros diríamos que hoy también en esta lucha por la liberación de los imperios, tienen que entrar las mujeres, todos los feminismos, los políticos, las políticas. Por todo ello, nuestro recuerdo, no es sólo un recuerdo de Carlos Mugica sino que es también tomar conciencia de sus enseñanzas, su vida, su bandera como un ejemplo a seguir de entrega y de servicio al Pueblo.
El solía decir “cuando los hombres de hoy luchan por extirpar las clases que dividen a los hombres en explotadores y explotados y se oponen al neocolonialismo y al imperialismo están reconociendo en la práctica (a veces tal vez sin advertirlo) la fuerza del mensaje que Cristo trajo hace dos mil años”. La fuerza de ese mensaje es ese que el magisterio de la iglesia enseña cuando habla de la conversión del corazón. Dicha conversión para no ser ilusoria supone hoy una acción política eficaz, que busque eliminar las injusticias estructurales y que sea natural. Que una profunda conversión del corazón lleve al compromiso revolucionario que busque acabar con la explotación del hombre por el hombre como consecuencia lógica.
De ahí, que hoy resulta inseparable en el cristiano la conversión del corazón y la acción política que busca la conversión de toda la sociedad. Así hablaba y enseñaba Carlos Mugica: su lucha y su mirada era desde los pobres y desde el cristianismo.
Lo hacemos presente en este día y seguimos su lucha. Esa lucha, por la liberación de nuestro pueblo, por la soberanía política, la independencia económica y por la justicia social.
Sebastián García.