OPINIÓN
Hace varios años que circula en nuestro país la idea de que es necesario un cambio en la educación. Algo que podría resonar como eslogan, pero que, de hecho, es una demanda real.
La escuela, tal como la conocemos, fue pensada en un siglo con características muy distintas al actual, y en ella conviven hoy actores de distintas generaciones. Muchos expertos han manifestado en reiteradas ocasiones que “en Argentina tenemos escuelas del siglo XIX, con docentes del siglo XX, para alumnos del siglo XXI”.
En este sentido, la actualización es necesaria, porque el mundo actual exige otras habilidades y la formación debe ser coherente con la realidad social, económica y cultural a la que asistimos.
Sin embargo, el cambio no es fácil. Porque el sistema educativo es complejo y encierra dimensiones muy distintas que ameritan ser consideradas en detalle. Una de ellas, por ejemplo, es la formación docente. Ningún cambio es posible en las instituciones educativas si no se prepara a los docentes para ello, tanto desde la formación inicial como desde la capacitación continua.
Tampoco se trata de romper con “lo viejo” y sugerir que todo se renueve por completo. El camino sería encontrar el justo equilibrio entre las prácticas del pasado que son valiosas y efectivas y las nuevas maneras de enseñar y aprender en el siglo XXI.
Existen en Argentina iniciativas innovadoras que promueven este tipo de transformaciones, pero generalmente se trata de propuestas aisladas, que se dan en un grupo de escuelas, o en el marco de una política educativa determinada. Lo interesante sería que las distintas políticas construyan y dejen capacidad instalada en las instituciones educativas para continuar profundizando esas propuestas y lograr la educación de calidad que todos anhelamos.
Martina Valentini
Lic. en Ciencias de la Educación
Instagram: @educacionenvozalta
Facebook: Educación en voz alta