Hace algunos días por mi renuncia al espacio político del oficialismo de Chivilcoy y a mi banca de concejal, muchos conocidos, amigos y periodistas me preguntaron sobre mi “alejamiento de la política”. Cuando en realidad esta renuncia constituye un acto político. Es un grito en medio de muchos silencios nacidos en la obsecuencia que favorece intereses personales y sectoriales y olvida -en muchos aspectos- el interés del pueblo. Es la revelación a formas de hacer política que considero impropias para un sistema democrático y plural.
Es la demostración de la lucha a través del diálogo, la escucha y el crecimiento a partir de todas las diferencias, mediando como consigna el respeto mutuo permanente. Es el llamado a crecer desde la construcción, privilegiando el trabajo en equipo y desde un diagnóstico de situación en distintas áreas que marque el sendero del trabajo a realizar para el futuro, independientemente de quien conduzca la comuna. Construcción desde los vínculos interpersonales con un diálogo que nutra a las partes, y no desde la confrontación permanente y actitud querellante, tanto hacia adentro como hacia afuera.
Es por eso la decisión de poner un fuerte límite, agotadas todas las posibilidades de comunicación fluida y coherente interna, ante hechos y circunstancias que, tanto en lo personal como en lo político, no condicen con mi forma de actuar y pensar. Es testimonio el pueblo de Chivilcoy, que he tratado en el transcurso de este tiempo, aportar mis ideas y mi trabajo para modificar determinadas situaciones de este tipo, siempre en beneficio del vecino, con publicaciones en distintos medios de comunicación y mis argumentaciones en los debates en el recinto de este Concejo Deliberante.
Algunas personas que se acercaron a reconocer mi decisión concluyeron en que “la política es sucia”. Pero más allá de agradecer su contención les quiero dejar como reflexión que, gente clara y gente poco clara hay en todos lados. Ocurre en agrupaciones vecinales, religiosas, cooperadoras y distintas entidades intermedias y, por supuesto en la política también. Pero esto se mejora con más participación y compromiso. Desde el espacio que cada uno ocupa o desde la militancia donde las ideas nos representen y nuestra labor para el país y bien común sea respetada y escuchada.
Todos somos políticos. Lo son los docentes que nutren de conocimiento a sus alumnos para que puedan elegir y expresarse en libertad; lo son los profesionales de la salud comprometidos con el bienestar físico, psíquico y social de sus pacientes en la difícil situación que nos toca vivir hoy, lo son los periodistas independientes que informan sin condicionar ni desvirtuar la realidad, lo son las amas de casa que cuidan el peso ante los precios desmedidos, y tantos otros que, desde su lugar de trabajo defienden los derechos de todos.
Porque la verdadera seguridad debe considerarse en el contexto que engloba la Seguridad Social e implica igualdad de oportunidades para todos, empleo y condiciones de trabajo dignas, educación, recreación, vivienda, respeto por las libertades humanas, y arbitrar medidas para que los ciudadanos no caigan en la indigencia. Se debe trabajar fundamentalmente sobre las causas y no dando una dimensión sobrevalorada a las consecuencias. Porque quiero en los barrios más asistentes sociales, trabajadores de la salud abocados a la educación para la prevención, resaltando el compromiso de la familia, los clubes de barrio, sociedades de fomento; con propósitos prefijados y debidamente delineados luego de un correcto diagnóstico de situación y delegación de trabajo específico en profesionales y funcionarios idóneos en cada sector y compenetrados al trabajo en equipo, la observación, la estadística y la valoración de los resultados obtenidos. Quiero mayor inversión y dedicación a todo esto y no tantos guardianes en la calle –aunque también y en su medida lógica sea necesario. Si no es así, la improvisación tapa por un tiempo realidades, y es como tirar lo barrido bajo la alfombra, invirtiendo y gastando en recursos humanos, físicos y financieros en políticas y organización que no serán perdurables.
Me ha sorprendido la dimensión tomada, cuando fueron varias las renuncias, alejamientos y traslados en estos dos años y medio, siendo tan solo la mía la última. Y en esta observación -luego de leer la opinión de algunos jóvenes militantes, que valoro porque de toda diferencia queda un aprendizaje y experiencia- que consideren que todo lo que se cambia y todo lo que aleja deben ser por motivos fundados, y más si la observación dice que han sido reiterativos.
Es mi distanciamiento de este sector político un llamado a la sinceridad y al compromiso de la palabra dada. Un repudio al ninguneo sistemático como forma de ejercer presión y buscando poder con la sumisión del otro. Repito siempre la frase: “Mandar no es conducir, siempre es mejor persuadir que obligar”. Y como dijo don Atahualpa Yupanqui: «El primer deber del hombre es definirse; ubicarse como testigo de un viejo pleito entre la mentira y la verdad».
¿Si me retiré de la política? ¡Caramba que sigo inmerso en ella!