Femicidio es un tipo brutal y sucio… mano de obra desocupada que no encontró mejor colocación que la de ofrecerse siervo de unxs cuantos poderosxs confundidxs en alguna misteriosa y retrógrada idea de superioridad.
Femicidio es así guardián de una sociedad signada por las asimetrías de poder, barajadas al son de los prejuicios de que las diferencias de sexos traen aparejadas capacidades diferentes entre las personas.
Femicidio tiene la obsesión hacernos creer que, por portar un sexo, portaremos un conjunto de roles sociales, y que si no los aceptamos él aleteará sobre nuestras conciencias para infundirnos el miedo a la muerte que se le reserva a lxs irreverentes de siempre.
Su especialidad es entrenarnos a las víctimas en una disociación permanente entre lo que pensamos y lo que sentimos.
El auto exilio, ese lugar dónde nos inventamos un montón de explicaciones cuando no nos queda otra que soportar el abuso.
Femicidio primero te avisa, te indica, te baja línea y si note alcanza, se pone la capucha de verdugo y…. zas!
Tiene sus artes… se mete en la cabeza de los tipos cuya única identidad es su masculinidad.
Esos tipos a los que el derecho de ser persona les quedó subordinado a la tarea de convertirse en los ejecutores – serlos pobres policías – de un orden ajeno.
El mismo orden que los redujo a la esclavitud, el vasallaje, la servidumbre, y la explotación obrera durante toda la historia.
Por eso Femicidio hace migas con los pobres tipos a los que si les quitás su masculinidad son tan inservibles como una cáscara vacía.
Femicidio a veces es travieso y manipula a sus siervos en función de triangular el control sobre sus víctimas atacando aquello que éstas más aman, así es que en ocasiones corta cabezas de niñxs, asesina o daña mascotas, roba o quema bienes en común… y todo cuanto sea del mundo afectivo del objeto de su saña.
Femicidio tiene, además, poderes sobrenaturales y se convierte en la voz dominante de las conversaciones internas que acontecen en las cabezas de sus víctimas hasta convencerlas de ser las culpables de una miserabilidad sin límites y de que – si se quieren redimir – no tendrán opción mejor que provocarse su propia muerte.
Pero Femicidio, aparte de ser un tipo común, es también es un artista, un político, un empresario, un juez… un referente de la cultura que nos envuelve en la falsa creencia de que las mujeres debemos ser de y para ellos, nos seduce haciéndonos pensar que el sumun de la libertad es la falsa potestad de comerciar nuestros cuerpos, dentro y fuera de los matrimonios, en la calle, bares y demás antros indecentes…
Femicidio, acariciando con gesto ganador la solapa de su traje de juez, regentea su propio negocio y sus explotadas llegan a creer que es el mejor patrón, o mejor… un padre que les permite zafar del hambre al que, lxs autores de todas las asimetrías patriarcales, las tienen sometidas desde antes de nacer.
Femicidio un bicho atroz, algo así como un camaleón que según la ocasión y su capricho se viste con las ropas de un comprensible crimen pasional, un ataque de amor irracional que estrella un auto con dos hijos contra un camión en una ruta, en el deseo irrefrenable de morir a manos de sí misma de una pobre y solitaria mujer o en el negocio más rentable que deambula en las calles contaminadas de explotación y folletos que adornan las paradas de colectivos de una gran ciudad.