El periodista y escritor Ricardo Ragendorfer describe en su último libro, «Los Doblados», el rol que tuvo el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército en «la fase inicial de un golpe de estado que se había decidido meses antes del 24 de marzo de 1976», y que fue una forma de oficializar los decretos de aniquilamiento firmados durante la presidencia provisional de Ítalo Lúder.
«En la profusa bibliografía que se elaboró sobre la última dictadura, hay dos temas que no habían sido abordados. Uno es la actividad de los agentes inorgánicos que estaban infiltrados en las organizaciones armadas, y otra es cómo actuó el Batallón 601 del Ejército en la preparación del terrorismo de Estado», señala Ragendorfer en diálogo con Télam.
El autor -que hace 20 años escribió junto a Carlos Dutil «La Bonaerense, una rigurosa investigación sobre la corrupción en esa fuerza policial-, sostiene que el punto de partida para el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 se decidió tras el ataque por parte de Montoneros a una unidad del Ejército en Formosa, durante octubre de 1975.
«Tras ese ataque, los comandantes de las tres armas con (Jorge Rafael) Videla a la cabeza, presionaron para que se firmaran los decretos de aniquilamiento por parte del Gobierno constitucional. Esa medida, que amplió a todo el territorio nacional una metodología represiva que se implementaba en Tucumán desde principios de 1975, constituyó el verdadero golpe.
De esta forma, Ragendorfer reseña la situación que se vivía en esos meses en Tucumán, donde el Ejército, al instrumentar el operativo Independencia con el propósito de combatir a las guerrillas rurales del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), desarrolló «un laboratorio de ensayo del terrorismo de Estado» con centros clandestinos de detención ilegal, torturas y desapariciones forzadas.
«Lo que sostengo es que el golpe estaba decidido antes de marzo de 1976. El ataque de Montoneros a Formosa fue una excusa para que el poder pasara de la Casa Rosada al Edificio Libertador (sede del Ejército)», enfatiza.
Asimismo, recuerda que, en octubre de 1975, tras la constitución del Consejo de Seguridad Nacional y los decretos, el Ejército difundió, con la firma de Videla, la directiva 404/1975, que en la jerga castrense se denominó como «Peugeot», y que autorizaba al 601 a entrar «en operaciones».
«A partir de entonces, el 601 comienza a jugar un papel central en la elaboración del golpe. Sin embargo, la inteligencia del Ejército operaba internamente desde mediados de 1973, cuando se llevó a cabo el operativo Dorrego. Una iniciativa conjunta de asistencia a inundados que llevaron a cabo efectivos militares y miembros de la Juventud Peronista», observa.
La investigación que dio origen a este trabajo se originó hace diez años, cuando Ragendorfer intentaba hacer una nota para la revista Caras y Caretas sobre Rafael de Jesús «El Oso» Rainer, un informante que el 601 infiltró en el ERP, y que tras revelar al Ejército los planes del fallido ataque al regimiento de Monte Chingolo, resultó ejecutado por integrantes de esa organización.
«Me contacté con el ex mayor Carlos Españadero, un ex integrante del Batallón 601 que en esos meses de 1975 tuvo un papel central en la infiltración. Definió a Rainer como ‘un héroe de guerra’. Lo cual dice mucho sobre la psicología de este personaje, ya que demostró tener estima por un agente que para el Ejército fue absolutamente descartable», enfatiza.
El periodista asegura que para esta investigación debió entrevistar a varios ex oficiales y agentes del 601, quienes desempeñaron «un papel fundamental en el engranaje represivo de los años ’70», y los describe como «gente normal que volvían a sus casas tras participar de largas sesiones de torturas».
«Los represores con los que me reuní son para mí un ejemplo vívido de eso que la filósofa alemana Hannah Arendt describe como ‘la banalidad del mal’. Gente que volvía a sus casas después de torturar y que ocuparon cargos gerenciales en una maquinaria de exterminio. Me propuse penetrar en sus intimidades para conocer el camino que llevó a esta sociedad al terror de Estado.»
«Los Doblados» se sitúa en los meses durante los cuales también debuta en Buenos Aires el denominado Plan Cóndor, la coordinación represiva que lanzaron los militares de los países del cono sur, iniciativa en la que el Batallón 601 participó «activamente».
«Para este libro analicé la actuación de Ricardo Arancibia Clavel, el jefe de la delegación de la DINA chilena en Buenos Aires y quien participó en el secuestro de Jean Claude Fernández, un militante del MIR capturado en las calles porteñas en 1975. Ese fue el debut del Plan Cóndor», afirma.
Ragendorfer considera que en «Los Doblados» se describe que «el juego de la inteligencia es una denodada lucha contra el azar y la estupidez con las cuales puede someterse a las mentes más brillantes».
«En el 601 no había planes brillantes ni razonamientos perfectos, los tipos eran torpes y bestiales. Lanzaron una guerra contra la sociedad porque estaban convencidos de que era la retaguardia de un enemigo que pretendían destruir», puntualiza Ragendorfer.