Por Eduardo Falcone Diputado Nacional por el Movimiento de Integración y Desarrollo.
La Ley Bases que aprobamos en la Cámara de Diputados tiene varios capítulos que sintetizan las líneas generales del proyecto del Presidente Milei para el mediano y largo plazo: racionalización del Estado, desregulación de normas administrativas que frenan la liberación de las fuerzas productivas del país, y un fuerte impulso a las inversiones del sector privado.
Con el giro para su tratamiento en el Senado, el elemento determinante que puede inclinar la balanza para uno u otro lado en esa Cámara es la crucial opción que tienen los Gobernadores y sus Senadores: ¿privilegiarán sus ideologías e intereses partidarios, o los intereses concretos y materiales de las Provincias que representan?
Lo ocurrido en la Cámara de Diputados nos puede dar una pista de lo que puede ocurrir en el Senado. El voto afirmativo de los bloques de La Libertad Avanza, el PRO y el Movimiento de Integración y Desarrollo, más la mayoría de los diputados de los bloques de la UCR y Hacemos, de algún modo está anticipando una nueva configuración del mapa político argentino, y ello probablemente tenga su correlato en el Senado: de un lado los que impulsamos un cambio profundo de la estructura económico social de nuestro país, y del otro lado el Kirchnerismo y la izquierda.
En ese marco, va a resultar determinante la consideración que hagan los Senadores peronistas sobre el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI). Este Régimen resulta una herramienta esencial para que el país pueda reestablecer un proceso de formación de capital físico que se detuvo hace mucho tiempo. El RIGI apunta a posibilitar grandes inversiones en infraestructura, explotación minera, en particular de cobre y litio, y un desarrollo acelerado de la producción y transporte de gas y petróleo.
Como desarrollista, no puedo evitar evaluar el debate actual con lo ocurrido hace seis décadas cuando el Presidente Arturo Frondizi convocó al capital privado nacional y extranjero para revertir el déficit de la producción de petróleo por parte del Estado.
En 1958, el país producía el 35% del petróleo que consumía e importaba el resto. En esas circunstancias, verificando que el Estado no estaba en condiciones de revertir semejante déficit energético, y menos iba a poder dar base a la expansión económica que necesitaba el país, Frondizi convocó al capital privado para que realizara lo que el Estado no podía hacer.
Los resultados son verificables, mientras toda la oposición cuestionaba vehementemente su decisión estratégica, Frondizi triplicó la producción de acero y petróleo y consiguió el autoabastecimiento petrolero, por primera vez en la historia.
El propio Presidente Javier Milei recordó públicamente ese debate señalando que si Frondizi hubiera dilatado las decisiones que requería el país haciéndose eco de los discursos ideológicos y dogmáticos de sus opositores “… todavía estaríamos discutiendo los contratos de petróleo y las radicaciones de capitales que fueron el ariete que abrió el rumbo para la transformación profunda de nuestra estructura económica”.
Sesenta años después, nuevamente observamos una confrontación de ideas entre quienes solamente esgrimen posturas ideológicas y dogmáticas fracasadas y los que proponemos soluciones concretas para superar el subdesarrollo argentino.