Promociones falsas, llamados en plena madrugada o correos que simulan ser del banco. Las estafas telefónicas y virtuales siguen creciendo. Historias de víctimas y una advertencia clara: todos podemos caer.

Imagen generada con IA.
Sonó el teléfono. Una voz anunció una promoción especial de Netflix: 35% de descuento para jubilados. Carlos, 61 años, justo estaba pensando en averiguar si había alguna oferta. “El llamado llegó justo —cuenta—. Me lo hicieron creer. Les terminé dando acceso a mi cuenta y se transfirieron más de un millón de pesos”.
Carlos no es el único. En Argentina, cada semana se registran nuevos casos de estafas telefónicas o virtuales. Desde promociones falsas hasta secuestros virtuales, el abanico es tan amplio como creativo. Las víctimas, en su mayoría, mayores de 60 años. Pero nadie está a salvo.
Estela, de 75 años, vive sola. A la medianoche suena el teléfono. La voz del otro lado asegura que tienen secuestrado a su hijo, que vive en el exterior. En shock, entrega todos sus datos y deja una bolsa con 6.000 dólares en la puerta de su casa. “Era su voz. Yo lo escuché”, dice aún conmovida.
Los estafadores operan con precisión emocional: miedo, apuro, confianza. “Desde la pandemia, este tipo de delitos se disparó”, explica el subcomisario Lucas Lasala, de la Dirección de Investigaciones de Cibercrimen. “Las estafas más comunes hoy incluyen venta falsa de dólares, pérdida de cuentas de WhatsApp, suplantación de identidad, y phishing bancario”.
Pablo, 31 años, puso a la venta un juego de sillones por Facebook. Un supuesto comprador lo contactó y, en medio de la negociación, le pidió su token bancario. En minutos, le vaciaron la cuenta.
Los especialistas alertan que la brecha digital hace vulnerables a los adultos mayores, pero los métodos evolucionan y cualquiera puede ser víctima. Por eso, es clave recordar: los bancos y organismos oficiales nunca piden claves ni datos personales por teléfono, WhatsApp o correo.
Raúl, de 54, estuvo a punto de caer. Recibió un mail de “Cuenta DNI” que le pedía cambiar la clave. Dudó. Llamó a un compañero de trabajo, y ahí se dieron cuenta de que era una estafa. “Por poco me la creo”, admite.
Y lo más importante: si te pasó, no tengas vergüenza. Hacé la denuncia. Sólo así se puede investigar y frenar estas redes. Porque detrás de cada voz falsa, hay una organización real que necesita ser desactivada.