Hoy en día poder acceder al sueño de la casa propia se hace imposible para la gran mayoría de la población. Seas trabajador formal, informal o profesional, el acceso al derecho básico de la vivienda parece escaparse como un horizonte al cual nunca podemos alcanzar.
Nuestros padres o abuelos nos cuentan que la realidad no era tan difícil en años anteriores. Que tener un terrenito o cambiarlo por un bien de relativo valor era algo común, y que la gente no invertía en tierra, porque era abundante y porque su costo se mantenía en el tiempo.
El presente nos muestra una realidad completamente opuesta. ¿Qué sucedió en el medio?
Grandes edificios construidos como emprendimientos inmobiliarios
Por un lado, las ciudades crecieron, en número de habitantes y en su expansión. Pero este crecimiento fue obviado por la planificación Estatal que durante mucho tiempo no brindó políticas con fuerza de ley para el acceso a la vivienda y a la tierra. Desde 1977, con el Decreto-Ley 8.912, se fijó la prohibición de la venta de lotes sin infraestructura. Recién en la década pasada, los planes Federal y Procrear, planes acertados pero insuficientes, vinieron a paliar levemente la situación.
La cara opuesta de la moneda fue lo que sucedió con el llamado “boom Inmobiliario”. Cuando los sectores de alto poder adquisitivo, del empresariado industrial, como del sector agropecuario necesitaron asegurar su capital, lo trasladaron a “los ladrillos” como opción más segura y confiable, incluso más que los Bancos tras la crisis financiera del 2008.
Volcadas las finanzas al mercado inmobiliario, ya sea para invertir en propiedades, construcción o compra de tierra, toda la dinámica de precios comenzó a escalar sin ningún tipo de control con una lógica meramente especulativa, ya que no se invirtió con el fin de generar viviendas, sino que las mismas servían a un fin comercial, alejando la posibilidad de las mayorías de alcanzar este derecho. Se construye para invertir, no para vivir y quienes verdaderamente necesitan un hogar, siguen alquilando o construyendo en el fondo de un familiar, cada vez en menos metros cuadrados.
Al mismo tiempo vemos en nuestra ciudad nuevos emprendimientos inmobiliarios que reconfiguran el espacio urbano, muchas veces a expensas de la destrucción del patrimonio edilicio y una vez construidos se encuentran sin ser ocupados. Es dinero convertido en propiedad, a sabiendas de que su valor no se perderá e incluso se incrementará con el tiempo.
Se construye para invertir, no para vivir y quienes verdaderamente necesitan un hogar, siguen alquilando o construyendo en el fondo de un familiar, cada vez en menos metros cuadrados.
Otra escena en torno a las dos caras de la moneda se da con la nueva ley provincial 14.449, de Acceso justo al Hábitat, que promueve el loteo de quintas en parcelas residenciales. Son los actores privados quienes tienen mayor iniciativa que el mismo Estado, por lo que una ley pensada en la ampliación de derechos se vuelve herramienta para el negocio de unos pocos.
En síntesis, cuando se deja el tema de la vivienda solo en manos del Mercado y el Estado mira para otro lado, o lo que es peor, funcionarios públicos usufructúan su posición para sacar ventaja personal, como sucedió en la gestión anterior, el derecho a la vivienda se aleja cada vez más. Es por esto que necesitamos participación ciudadana y acción activa de los funcionarios municipales para brindar políticas concretas y urgentes en la materia.
No se haga problema alguno.El mercado con su infinita sabiduria le pone el precio a todos los bienes y servicios. No le podemos pedir soluciones al Estado ya que el Estado es el problema.