Según informó este martes el INDEC, la canasta básica aumentó en diciembre 4,5%, por lo que una familia con dos hijos necesitó ese mes tener un ingreso de $152.150 para no caer bajo la línea de la pobreza. De la misma forma, ese hogar precisó de $67.187 para no ser considerado indigente.
Además, la canasta básica que mide la pobreza aumentó más que la inflación en 2022: 100,3% frente a 94,8% del IPC. A su vez, la canasta que mide la indigencia subió el 103,8%; y los precios de los insumos básicos tuvieron un ajuste mayor al resto de los bienes y servicios de la economía.
Estos son los números que dio a conocer el INDEC y que nos permiten conocer la situación de pobreza y de indigencia en que viven muchas familias de nuestro país. Se estima, en base a esto, que más de 18 millones de habitantes están por debajo de la línea de la pobreza y otros cinco millones bajo la línea de la indigencia en el territorio nacional.
Datos, estadísticas, fríos, lejanos. Claro, que con estas cifras se pueden pergeñar políticas públicas, hacer análisis y pronósticos, cosas que no son menores, si se hacen. Si dejamos que mes tras mes, año tras año, estos números nos impacten y sean noticia solo ese ratito, no hay solución posible.
Detrás de cada una de esas personas, de esas familias, de esos barrios, hay historias llenas de sufrimiento y supervivencia. Seguro también de algunas alegrías y más de una aventura.
Pero cada uno de esos números duele cuando un chico más se va a dormir sin comer, cuando una madre dice que no tiene hambre para que lo que poco que hay lo coman sus hijos; cuando un chico llega a una determinada edad sin el desarrollo debido, a causa de la falta de nutrientes.
Miles de hojas se han escrito sobre la pobreza y la indigencia, sobre la falta de oportunidades que esto genera, y sobre las tremendas consecuencias que acarrean. Miles de lágrimas se han derramado. Pero también miles de veces le hemos preguntado a nuestros políticos qué piensan hacer, cuál es su plan, cuál es la solución.
Y miles de respuestas hemos recibido aún en vano. ¿Qué hacemos con esto que nos pasa? Parece mentira que muchas veces este tipo de cosas se nos escurran como arena entre los dedos, tal vez preferimos no ver, no escuchar, hacer como si no pasara nada una vez más.
Y una vez me tomo el atrevimiento y nos vuelvo a preguntar: ¿Qué hacemos con esto que nos pasa?
Antonela Válvoli