Estas nuevas elecciones legislativas nos invitan a pensar nuevamente en “la grieta”, esa idea que demoniza al otro. ¿En qué país queremos vivir y que estamos dispuestos a dar por eso?
A días del cierre de listas, los políticos vuelven al centro de la escena, ya no en su rol de funcionarios o dirigentes, sino más bien en su otra faceta, es decir, como candidatos. Las campañas políticas son moneda corriente en la Argentina, ya que cada dos años, tenemos elecciones, por lo que, si analizamos en tiempo real, los políticos están más tiempo en campaña que ocupándose de hacer las cosas para las que fueron elegidos.
Estamos en un contexto complejo, en medio de una campaña de vacunación buscando terminar con la pandemia, que de forma inesperada llegó para cambiar nuestras realidades y nuestras prioridades. En nuestro país, sigue predominando esa consigna conocida como “la grieta”, un concepto que tiene como fin demonizar la figura del otro.
Se ha perdido la racionalidad a la hora de opinar y elegir, algo que es preocupante, porque, además, por ahora parece no tener fin.
Los grandes medios de comunicación, mientras tanto, también continúan alimentándola, aunque, por otro lado, parece haber varios sectores de la sociedad que muestran su hartazgo ante este panorama. Algo que también resulta preocupante, porque mostrar hastío por la política, ya sabemos a lo que conduce.
Si no se produce un cambio en el discurso, tanto de los dirigentes como de los medios, para cortar con “la grieta” y dar lugar a un discurso que busque “convidar” a la mayoría, sin tener que demonizar al otro, parece no haber salida.
Si le preguntáramos uno por uno a los ciudadanos argentinos qué expectativas tienen respecto a las elecciones legislativas que se aproximan, ¿qué dirían?, ¿hay esperanza puesta en ellas?, ¿esperan algo positivo?
Debemos polemizar sobre “la grieta”, reflexionar en torno a esta: ¿a quién realmente le sirve vivir bajo ese pensamiento binario”? Me pregunto, y voy un poco más allá, ¿acaso no se trata de algo sumamente antidemocrático?
Se me ocurre que algo basado en la intolerancia al que piensa distinto, que divide a una sociedad entre buenos y malos, tal película de súper héroes no defiende la democracia, sino que por el contrario apunta contra ella.
No se trata de no tener un punto de vista propio y muchos menos de no defenderlo, sino que, por el contrario, lo que la democracia plantea es que se debe respetar al piensa distinto y convivir en el marco de esas diferencias.
A veces nuestros fanatismos no nos dejan pensar, no nos dejan ver el bosque detrás del árbol, aunque son un lugar seguro para ver la realidad, que duele.
Debemos contribuir cada uno de nosotros, desde el lugar que nos toca, a avanzar hacia un pensamiento crítico, mientras que todo lo que se publica, dice o difunde no es más que una repetición del pensamiento hegemónico.
Como dice Spinoza «No es que una cosa te gusta porque es buena, sino que la consideras buena porque te gusta.»
Allí está el quid de la cuestión, o seguimos apostando a lo que nos gusta, o nos cuestionamos, y aun con miedo e incertidumbre, nos animamos a buscar por algo mejor, algo que nos dé una salida de este laberinto, algo que termine con la decadencia que nos inunda.
Antonela Válvoli