Reflexiones sobre la última sesión del Concejo Deliberante celebrada el jueves 27 de abril.
Durante dicha jornada se produjo el reclamo de un gran número de trabajadores municipales que, con admirable respeto, entregaron una nota/petitorio en el único ámbito institucional en donde lograron ser recibidos: el HCD.
Dejaron en claro su reclamo salarial como bandera principal de sus objetivos a cumplir, pero todos sabemos que en el fondo se suma el sentimiento de indignidad que genera no ser escuchados, no ser reconocidos y ser descalificados por quienes deberían recibirlos, ya que es su derecho. Sabemos también del ambiente laboral nocivo con que desarrollan sus actividades habituales; aprietes y malos tratos son la constante cotidiana. A muchos de los colegas que se presentaron solo los conocía con el ambo puesto, porque viven para el sistema de salud de nuestra ciudad. Recuerdo muy bien que hace pocos meses eran reconocidos y aplaudidos por ponerse al frente de la pandemia del COVID. Claro, en aquella época los trabajadores servían para que otros sacaran un rédito político. Hoy, pasado el coronavirus, no sirven para ninguna foto de autobombo de las autoridades. Observarlos hoy, desencajados, angustiados, teniendo que rogar por ser escuchados por los mismos que antes hacían cola para entregarles diplomas y sacarse fotos, me llena de angustia y tristeza.
Como segundo punto de importancia, al menos a mi parecer, me decepciona la negativa del bloque oficialista ante el proyecto de ordenanza presentado por la concejal Patricia Mangino relacionado con el arbolado público. Concretamente su objetivo principal era la CAPACITACIÓN DEL EMPLEADO MUNICIPAL para la correcta realización de podas, en tiempo y forma adecuado a lineamientos dictados por personal idóneo e instruido en la temática. Es altamente llamativa y desconcertante la postura del bloque que representa al ejecutivo, oponiéndose a la enseñanza del personal a fin de brindarle a los trabajadores herramientas para que ofrezcan mejores servicios a los vecinos de nuestra ciudad. ¿Cuál es el sentido de esto? ¿Por qué se niegan a conformar un municipio que trabaje mejor, que esté preparado y que trabaje con profesionalismo?
Para concluir, en el Partido de Chivilcoy hay hoy un justo descontento generalizado por parte de los trabajadores municipales. Reina la falta de diálogo y la capacidad de escuchar del ejecutivo. Eso, amparado por su bloque oficialista que se opone a la capacitación como método de aprendizaje para poder brindar mejores servicios a todos los chivilcoyanos. ¿Acaso algo bueno puede salir de todo este caldo de cultivo?
Notoriamente se va esclareciendo el panorama que desde la oposición de Juntos por el Cambio advertimos hace bastante tiempo: una gestión pobre de ideas, con una precaria vocación al debate, desgastada y con síntomas de retirada. Una gestión que nos está dejando un Chivilcoy deteriorado, triste, sin brillo, indigno. Ya no se pueden tapar más sus desaciertos constantes: improvisan, no planifican ni tienen visión de futuro. Lamentablemente, quienes padecemos estas maniobras paupérrimas, somos los chivilcoyanos.
José M. Ferro