La Educación es un derecho inalienable, una responsabilidad del Estado, que no solo debe garantizar el acceso al conocimiento, sino promover el desarrollo integral de las personas para que sean capaces de definir sus propios proyectos de vida posibilitando su inserción digna en la sociedad.
Desde el inicio de la pandemia, hemos sufrido arrebatos de toda índole, pero uno de los derechos más vulnerados ha sido el derecho a la educación. Nuestra educación que ha venido degradándose sistemáticamente en los últimos años hasta llegar al estado de agonía actual. Y decimos agonía porque si aún sigue en pie, es gracias a la labor de miles de docentes comprometidos que dan lo mejor de sí para seguir sosteniendo los despojos desde la llamada “virtualidad”.
Decimos agonía, además, porque la virtualidad no reemplaza la presencialidad: el contacto de nuestros niños y jóvenes con los docentes, con sus pares, es insustituible.
La decisión de suspender interminablemente la presencialidad ha impactado en el aprendizaje, en el hecho de tener una rutina diaria, un orden en la cotidianidad familiar y más aún, en familias con escasos recursos que solo cuentan con un dispositivo para muchos, familias analfabetas que no pueden acompañar a sus hijos en el proceso de enseñanza y aprendizaje, familias que no cuentan con ingresos económicos estables y a esto debemos sumarle que una gran cantidad de alumnos han tenido que salir a trabajar priorizando el plato de comida antes de seguir en estas condiciones con su ciclo escolar.
Deserción, desvinculación con la escuela, contenidos que de la currícula que no se enseñan porque solo se enfoca en los prioritarios, los cuales tampoco se pueden enseñar desde la virtualidad. Nadie menciona tampoco la alfabetización de los primeros años de primaria, cientos de chicos aún no han aprendido a leer y a escribir debido a esta situación.
Exponer esta situación es más que una expresión de deseo del regreso a la presencialidad cuidada, son datos concretos de la realidad, muchos de ellos provienen del propio Gobierno Nacional. «Los casos positivos de COVID en las escuelas representan el 0.12% en estudiantes matriculados», nos decían en abril de este año. Un total de 0,16% de contagio de alumnos en la presencialidad y un 1,03% del personal, nos informaba el Ministerio de Educación. En ese entonces la cantidad de bonaerenses vacunados aún era baja. El propio ministro de Educación de la Nación nos dijo «Para nosotros es fundamental poder sostener la definición política y social de priorizar la presencialidad cuidada y del análisis de la evidencia». Hoy hay 6.025.416 bonaerenses vacunados, 4.927.320 con la primera dosis y 1.097. 826 con la segunda según Vacunate PBA, muchísimas más personas que cuando se permitió la presencialidad. En Chivilcoy son 36.364 las personas que ya han sido inoculadas.
Pero además hay cifras que nos escandalizan. Según el CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), el 53% de los alumnos es pobre, un 5,8% de los menores de 18 años viven en hogares hacinados y 56,1% de los hogares tiene Internet fijo en Argentina. La posesión de Internet en la vivienda para los niños de escuelas primarias de estratos socio económicos más bajos llega al 37,46% frente a un 99,49% en los niveles económicos más altos. En secundaria, ese porcentaje se traduce en 54,5% para niveles económicos bajos y 97,8% para los más altos. ¿Así se quiere achicar la brecha entre los sectores económicos más pudientes y los más vulnerables?
La escuela es el lugar que no solo le garantiza el derecho a la educación a su comunidad, sino que también les brinda a sus alumnos las herramientas necesarias para reflexionar, pensar, debatir, construir, trabajar en conjunto, transmitir valores como el respeto, la dignidad, el esfuerzo y la dedicación. Sin embargo, hoy en día todo esto se ve afectado por la falta de compromiso de nuestros gobernantes, quienes actúan de manera liviana ya que es más fácil cerrar una escuela con la excusa de ser un foco de contagio en vez de recorrerlas y ver cómo se trabaja en cada una de ellas. En las instituciones educativas se respeta el protocolo estrictamente ya que han sido muchos los que hicieron un gran esfuerzo para que las escuelas permanezcan abiertas (docentes, auxiliares, administrativos y directivos).
Sabemos fehacientemente que los casos de contagios que se presentan son producto del contacto en otros ámbitos, sabemos que los alumnos que se pierden no se recuperan. También sabemos que un módulo alimenticio mensual no reemplaza al comedor escolar, sabemos que aquel alumno que quizás anda a la deriva, en la escuela encuentra su lugar de contención.
Sabemos que el hartazgo masivo lleva a la intolerancia y eso produce más situaciones de violencia y en muchos hogares, esto se ha profundizado. Sabemos que este bienio dejará huellas, esas que no se pueden viabilizar ya que un contenido mínimo o prioritario tampoco puede ser alcanzado. Sabemos que la educación es el arma más poderosa que tenemos para modificar la realidad, una realidad que hoy docentes, padres y alumnos SÍ queremos cambiar.
José Ferro
Concejal | Juntos por el Cambio
Chivilcoy