En la entidad de la calle Viamonte ya no tiran manteca al techo y ahorran luz. En esta columna también aparece el asado camionero.
Por El Implacable.
¿Se acuerda de los tiempos de Don Julio? A la AFA le sobraba el dinero. La entidad madre del fútbol argentino salvaba a los clubes. Era la asociación rica en la cual estaban unidos componentes empobrecidos, algunos fundidos directamente.
Si hasta se tuvo que sancionar una ley de fideicomiso para que esos clubes no se fueran lisa y llanamente «al tacho», como había sucedido con Racing, cuando la síndico Liliana Ripoll dijo: «No existe más». Y eso sucedió porque pasó a ser gerenciado por Blanquiceleste, hasta que fue resucitado.
Los memoriosos podrán recordar además lo que pasó con Español, que pasó a ser Social Español. O con Temperley. O con los clubes más importantes de Córdoba Capital. Ni hablar de las sedes sociales de los clubes del ascenso.
Cuando esa tendencia comenzó a generalizarse y varios seguían caminos parecidos, Don Julio apelaba a la chequera de la AFA y les daba «oxígeno». Hasta que todo cambió. Don Julio no fue eterno y la línea directa con la tesorería de la FIFA se cortó. También los contactos con el poder político.
Don Julio era, él mismo, el político más durable de la Argentina en un cargo. Porque los Presidentes de la Nación salían en helicóptero de la Casa Rosada, después se turnaban unos días, mientras que Don Julio, en cambio, permanecía siempre firme. Amado y odiado, no pasaba desapercibido. Los dueños del poder siempre lo respetaron.
Pero el invierno también llegó a la casa de la calle Viamonte, donde, lisa y llanamente, ahora no hay conducción. Y tampoco hay un mango.
Vez pasada se contaba que un cheque de Rosario Central fue destinado a pagar deudas de la AFA.
Ahora el informante Mani averiguó que, de dos ascensores, el otro día funcionaba uno solo. ¡Para ahorrar energía eléctrica! Y no está mal. Menos gasto y una colaboración de carácter ecológico.
Don Hugo y los muchachos del camión
Estas asambleas de la AFA son cansadoras. Un trajín para todos. Dirigentes y trabajadores. En especial los de prensa, movileros, reporteros, choferes. Guardias prolongadas, con frío, cuando no lluvias heladas. Y está bien. El periodismo es eso. Un apostolado.
Una de esas reuniones fue con asado. Y en eso, los muchachos de la prensa se vieron sorprendidos, porque de pronto les repartieron víveres para gustos variados. El informante Mani habló de una larga lista, por aquí serán recordados un par de productos, empanadas y choripán. Y cuentan que la calidad de la carne era de primera.
Así que los periodistas, haciendo honor a su profesión, quisieron averiguar la procedencia, y lo encararon a uno de los integrantes de las huestes de Don Hugo, el líder camionero.
– ¿Dónde compraron la carne?, preguntaron.
– Ah, no, eso no se dice, es secreto, les contestó un tal Chiqui. Como si fuese sordo como una tapia, el hombre de Barracas se hizo el que no escuchó.