Es la cuna de Randazzo y la gobierna un massista, pero Cambiemos la considera parte del sector rural que le permitiría descontar los votos de Cristina en el conurbano bonaerense.
Jorge Ballerini empezó en su garaje, en 1981, con un torno que había recibido como indemnización. Había aprendido a usarlo en la escuela técnica, pública. Pero, con esposa y dos hijas, le hacía falta una limadora para trabajar «en serio». La consiguió al año siguiente, cuando se la cambió a un vecino por un pequeño televisor a color.
«Mis hijas hacían puchero, pero le prometí a mi mujer que con esa limadora iba a poder trabajar para comprar otro televisor», recuerda Ballerini 36 años después, desde la fábrica en la que produce piezas mecanizadas para la industria lechera, exporta a Uruguay y emplea a 16 personas. Nunca terminó la secundaria, pero preside el Parque Industrial de Chivilcoy y el centro de comerciantes e industriales locales. Juega al golf, aprende a tocar el saxo. Tardó tres meses en recuperar el televisor.
Ballerini y su historia son casos de excepción en una Chivilcoy que es también excepcional por varios motivos. Cuna de Florencio Randazzo, gobernada por el intendente massista Guillermo Britos y ubicada 150 km al oeste de la Capital, forma parte de ese «interior bonaerense» que Cambiemos cuenta como propio para vencer a Cristina Kirchner. Pero no todo es tan sencillo.
En principio, porque en una provincia que no corta boletas los chivilcoyanos demostraron una inusual inclinación por ese arte. En las elecciones generales de 2015, Daniel Scioli fue el candidato a presidente más votado, Aníbal Fernández superó a María Eugenia Vidal y el massista Britos desbancó al randazzismo, que de la mano de Ariel Franetovich (2003-2009), Aníbal Pitelli (2009-2014) y Darío Speranza había gobernado el municipio doce años. En el ballottage, los chivilcoyanos volvieron a sorprender: prefirieron a Mauricio Macri antes que a Scioli.
En las generales volaron las tijeras: Britos consiguió el 47,9% de los votos, 20 puntos más que su candidato a presidente, Sergio Massa. Vidal, por el contrario, logró el 30%, casi 24 puntos
más que su postulante a local, José Ferro, que cosechó apenas 3000 votos. Aníbal Fernández tuvo seis puntos menos que Speranza, delfín de Randazzo.
Esos recortes pueden percibirse sobre el territorio de este partido de 80.000 habitantes y 56.000 electores. El campo que la rodea rejuveneció con la quita de retenciones, pero en el interior de la ciudad, tanto en los locales céntricos como en los almacenes de la periferia, dos quejas se repiten: las ventas cayeron y las tarifas, en especial el gas, se dispararon.
En el parque industrial que preside Ballerini se entrecruzan esas realidades. En las primeras 40 hectáreas, las originales, prevalecen viejas fábricas de mano de obra intensiva, la mayoría cerradas. La otra mitad, habilitada en 2004, alterna naves y galpones activos con otros a punto de inaugurar.
Pero lo que llama la atención es el escaso movimiento dentro del predio. La excepción es Paquetá, fábrica de zapatillas brasileña que emplea a 800 personas, casi la mitad de los trabajadores del parque. Según Fernando Poggio, periodista y candidato de Unidad Ciudadana, el año pasado tenía 160 trabajadores más. El futuro de Paquetá es un termómetro de las esperanzas y preocupaciones de Chivilcoy.
«El año pasado se notó el impacto. Este año fue más suave, con algunos sectores que siguen complicados, como el textil, zapatillas y cueros. Yo creo que estamos de a poquito, de a muy poquito, creciendo», se esperanza Ballerini, que diversificó en varias líneas su fábrica, aunque su producto estrella son dispositivos para recolectar leche de los tambos. Cada año vende unos 45 equipos. En 2016 vendió cuatro.
«Estamos tapados de trabajo», dice José María Masztalerz, en el vecino Talleres Belgrano, otra compañía familiar que diversificó negocios y fabrica enormes equipos de almacenamiento para las industrias aceitera, harinera y las petfood. Abrieron una segunda nave y están construyendo una tercera. Son espacios gigantescos, pero parecen vacíos: para reducir costos y riesgos laborales, se manejan con los operarios justos y tercerizan otros trabajos.
Sumar tecnología y reducir mano de obra es el proceso que el campo experimentó en la última década gracias a los avances técnicos, pero también a la presión que le impuso el kirchnerismo. Mientras su tractor avanza, Juan Granero cuenta con los dedos la cantidad de personas que, cuando él era niño, trabajaban en la siembra de trigo. Ahora, con siembra directa y maquinaria inteligente, vuelve a hacer la misma enumeración: le sobran varios dedos.
Con sólo 35 años, Granero preside la Asociación Rural de Chivilcoy, adherida a Carbap. Trabaja unas mil hectáreas, la mayoría ajenas. «Este gobierno te deja trabajar tranquilo, tenemos un solo dólar, y si bien quitaron retenciones, la producción que no se exporta sigue con la misma carga. Pero es el aporte que el campo está dispuesto a hacer por el país», dice. «La gente está animada, se ven mejoras en los campos, volvieron las vacas», agrega, y advierte: «El productor de Chivilcoy compra en Chivilcoy, deja la plata acá».
Ese «derrame» al que apuesta el Gobierno no termina de verse en la ciudad. «La calle está vacía, pero creo que va a mejorar. Uno a veces se miente un poco porque quiere creer, pero la verdad es que esto está quieto», dice Andrea, desde el mostrador de una pinturería céntrica. «Por ahí el más afectado es el pintor, porque la gente compra la pintura, pero pinta en familia», agrega Nicolás, y vuelve a sonar la alarma del empleo. «Los buenos y honestos tienen trabajo siempre», replica ella. Ambos se sonríen: admiten que «la grieta» los atraviesa.
«Estamos un poquito bajos en venta», agrega Eduardo Rubbo, ex diputado radical y dueño de un negocio de repuestos mecánicos fundado en 1962. «Los mejores años fueron de 2004 a 2009. No teníamos descubierto en el banco», admite, pero no se permite confusiones. «Ésta es la última oportunidad que le queda al país», dice desde sus 80 años. Habla de Cambiemos.
La tensión entre expectativas y realidades se diluye a medida que uno se aleja del centro. «Yo acá escucho algunos que hablan de Cristina como la salvación, otros agradecidos con Randazzo por las obras que trajo a la ciudad, pero lo que repite la mayoría es su enojo con el Gobierno», dice Cecilia, que desde hace cinco años tiene un almacén frente al barrio Fonavi, uno de los más postergados de Chivilcoy.
Cecilia atiende con la puerta abierta, no teme robos. «Acá no cayó la venta de comida, pero sí cambiaron las prioridades. Antes la gente se daba algún gusto, ahora llevan sólo lo que necesitan», dice.
Sobre esa matriz de expectativas y reclamos hacen su apuesta los políticos locales. «Hoy no se vive una situación ideal, pero estamos en camino. El interior sigue apoyando el cambio», dice Sebastián García de Luca, secretario de Interior de la Nación y referente de Cambiemos.
De Luca y Britos viven un duelo personal desde hace años. El intendente culpa al delfín de Emilio Monzó de bloquear la llegada de obras nacionales a Chivilcoy. «Evidentemente, sigue enojado por las derrotas de 2013 y 2015», dice Britos, un ex comisario que llenó de patrulleros y cámaras de seguridad el municipio.
La disputa terminó enredando a Vidal, que a través de su ministro de Gobierno, Joaquín de la Torre, y del intendente de Vicente López, Jorge Macri, tentó a Britos para pasarse a Cambiemos. Massa sospechó: puso a Britos como candidato a senador nacional suplente, pero le negó espacios en la boleta provincial.
Britos promete que la boleta de Massa será la más votada en Chivilcoy, pero en la campaña se mueve como si fuera vecinalista. «Estamos con Britos», dicen todos sus carteles. Unos pocos agregan «1 País» en la base. Es el claro favorito para el domingo, corte de boleta mediante.
«Randazzo-Franetovich», dicen, en cambio, los carteles del Frente Justicialista, que apelan al 90% de imagen positiva que el ex ministro tiene entre sus vecinos. «Es cómodo repartir la boleta del flaco», dice Franetovich, que busca ser senador por la cuarta sección. «Acá los sueldos no alcanzan y los obreros, jubilados y comerciantes están enojados», agrega.
Sólo Poggio y los kirchneristas critican en público a Randazzo. «Muchos lo respetan, pero van a votar por Cristina para frenar el ajuste», dicen en La Cámpora, envalentonados con derrotar al «Flaco» en su bastión.
¿Hay algo en lo que coincidan todos? «Chivilcoy no es una isla», dicen. Pero hablan de mundos opuestos. El domingo sabrán si, otra vez, el pueblo les envía un mensaje excepcional.
Radiografía de una localidad agroindustrial
• Chivilcoy está ubicada a 150 km al oeste de la Capital, sobre la ruta nacional 5. Tiene 80 mil habitantes y 56 mil electores.
• Integra la cuarta sección con otros 18 distritos. Doce son gobernados por Cambiemos, pero en Chivilcoy el intendente es Guillermo Britos, de 1 País.
• La cuarta sección elegirá siete senadores provinciales. Para acceder a una banca se necesitan unos 50.000 votos.
• El perfil productivo es agroindustrial, con predominio de los cultivos de soja, trigo y maíz. El parque industrial reúne a 72 empresas, la mayoría familiares, con 2000 empleados.
• El randazzismo gobernó 12 años la ciudad, pero las internas entre los intendentes Franetovich y Pittelli desgastaron la gestión. Con un masivo corte de boletas, Britos cortó la hegemonía en 2015. Fue tentado por Vidal para sumarse a Cambiemos.
[La Nación]