Se fue otro de los nuestros, parece que este 2025 está empeñado en dejarnos huérfanos de líderes humanistas. Con la partida del Pepe se van terminando aquellos hombres y mujeres que nacieron en el siglo XX y dejaron su huella en el presente siglo.
Es una pérdida irreparable para América Latina porque era una figura que ya no le pertenecía a su paisito, como él lo llamaba cariñosamente, le pertenecía a todo un continente. Se había ganado ese lugar destacado, por su lucha, por su palabra y sobre todo por su ejemplo.
Para muchos/as jóvenes de muchas generaciones el Pepe era el mensaje que ayudaba a soñar un futuro distinto, reconociendo errores, perdonando a sus verdugos, sin rencores, ¡cómo podía!, pensaba uno, si hasta parecía que era inmortal.
En el año 2010 fui por primera vez al Uruguay, un 1 de marzo para estar en las calles de Montevideo cuando asumía como presidente, caminé con su gente y puede observar el amor que ese pueblo le tenía, recuerdo cuando la caravana avanzaba por Av. Libertador Lavalleja y se detuvo delante de un edificio de departamentos y desde un balcón con banderas uruguayas y del Partido Nacional, saludaban con mucho fervor su paso, después me enteré que en ese departamento estaba la familia de Wilson Ferreira Aldunate, caudillo blanco que al igual que el Pepe sufrió la dictadura. Ese respeto lo podía lograr alguien que se había reconciliado con la democracia y los valores republicanos, alguien que hablaba el idioma de las mayorías y las representaba.
En el año 2012, si no me falla la memoria, lo pude saludar en la Av. 18 de Julio, era un 25 de mayo, y habíamos ido a desfilar por un nuevo aniversario de la Criolla Elías Regules, a la altura de Constituyentes, donde está el monumento al Gaucho, estaba parado junto a su edecán, recuerdo que me desprendí de la columnas de paisanos y con caballo y todo me acerqué, estiró su mano y saludó a toda la delegación Argentina, «andan bien los gauchos argentinos» dijo mientras observaba nuestros relucientes recados.
Son muchas las imágenes que se hacen presente al recordarlo, en sus discursos, sus encuentros con otros líderes de la región y del mundo. Su palabra era siempre esperada y respetada.
Qué pena tan grande nos invade, porque hoy se fue tal vez el mejor de los nuestros que todavía con su sabia voz esclarecía la oscuridad de nuestra América.
Descansá tranquilo Pepe, no pudiste cambiar el mundo, pero quedó una barra que sigue soñando con hacerlo.
Hasta siempre compañero.