“El alma resiste mucho mejor los dolores agudos que la tristeza prolongada” (.J.J.Rousseau, filósofo francés), así comienza Oscar Dinova -escritor mercedino- un sentido relato que tiene como protagonista a nuestro compueblano Germán Guidobono.
“El hombre no fue hecho para ser derrotado”, decía Hemingway en su obra maestra; El viejo y el mar. Simple y genial definición del laureado escritor que había transitado cosas fuertes del mundo. Setenta años después, tuvimos la oportunidad de constatarlo con nuestros propios ojos.
El pasado 5 de agosto, un golpe artero de la vida, dejaba a Germán Guidobono en un lugar que nadie imagina ocupar, mucho menos un deportista; no poder valerse de su joven cuerpo con autonomía y plenitud.
Empezaba un camino difícil y empinado; primero luchar por vivir y luego un largo proceso de recuperación; lento, trabajoso y esforzado. Cualquiera de nosotros hubiera sucumbido frente a la sola idea de no poder erguirse por sus propios medios, hubiéramos martillado al infinito una pregunta que no tiene respuesta y que devora las menguadas fuerzas; ¿por qué a mí?
No fue, ni es, el caso de Germán. Desde un principio le presentó batalla a la adversidad, hizo los deberes y ejercicios físicos con un ahínco reconocido por el entorno médico como encomiable.
Así, sus manos, -ese signo distintivo de la humanidad- volvieron a comunicarlo con los demás, un poco más cada día, para acariciar a sus seres amados, para escribir, para compartir un mate.
Aprendió y reaprendió a usar sus posibilidades de la mejor manera, la constancia y perseverancia van, claro, más lejos que su propio cuerpo, que lucha por volver a ser. Su ejemplo es contagioso, alienta a sus pares del Instituto Fleni a no rendirse, a seguir luchando.
Germán es jugador de básquet, pero además profesor de categorías juveniles. Ese mandato profundo lo asiste ahora para mostrar el camino a otros. Lejos de hundirse en la pesadumbre, ilumina.
Hace unos días, para recibir el año nuevo, pudo, por primera vez, estar en su Chivilcoy natal, con sus afectos y amigos, que jamás lo abandonaron y luchan junto a él desde el primer día. Solicitó prestadas a su club de pertenencia; -Argentino-, media docena de pelotas de basquetbol.
Guardó el secreto de su extraño pedido.
Pero unos días después enviaba a los suyos estas fotos que hablan por sí mismas.
Había conformado un equipo de baloncesto y, con la ayuda de las terapeutas físicas, daba la primera clase de básquet en las canchas del Fleni.
No hay mucho más para decir. Solo inspirarse de esta fuerza interior. En tiempos donde el derrotismo tiene documento de identidad y la desazón reina, hay seres de luz que nos sacuden de nuestras quejas y frustraciones.
Víctor Hugo decía que las alas del alma son las ilusiones, los nuevos proyectos. Germán construye uno cada día, no lo hace solo, incluye en ellos a cuantos más puede.
En eso reside su triunfo. No dejar caer a nadie.
No hay derrota posible para un ser humano. Se ha demostrado una vez más.
Gracias Germán, estamos en deuda con vos.
Oscar Dinova, escritor mercedino.