En la jornada de ayer, a través de su página de Facebook, el exintendente Ariel Franetovich se refirió en duros términos con respecto a la lista de precandidatos a conducir el PJ local.
Atento a las referencias sobre mi persona realizadas por un medio local sobre la lista de precandidatos partidarios del PJ local, debo aclarar que, actualmente, no tengo ninguna relación con los apoderados de la lista.
Estoy totalmente desvinculado del Partido Justicialista. Tal como lo he expresado oportunamente, el PJ está tomado y al servicio de la agrupación “La Cámpora” que conduce Máximo Kirchner, quien, a su vez, siendo de Santa Cruz, insólitamente preside el PJ de la provincia de Buenos Aires.
Estoy orgulloso de haber representado a un Peronismo que supo ser democrático, en el cual sus candidatos surgían de las internas y entre dirigentes conocedores de la ciudad y de la provincia, militantes con trayectoria política y con conocimientos de la vida real de cada vecino, cada trabajador y cada emprendedor.
Me encuentro hoy apoyando y acompañando a Florencio Randazzo quien, desde su función legislativa, juntos a otros dirigentes, luchan por un país mejor para nuestros hijos. Del mismo modo, acompaño a quienes integran el espacio Vamos Con Vos a nivel local en el Honorable Concejo Deliberante de nuestra ciudad.
He perdido las esperanzas, como la gran mayoría de los argentinos, en el Presidente de la Nación, único responsable junto al Gobernador de la Provincia, de avalar la entrega del PJ a La Cámpora y (más grave aún) el copamiento de integrantes de esta agrupación en ministerios nacionales, provinciales, en legislaturas y concejos deliberantes. Tal situación paraliza la gestión de gobierno, no define rumbo, confunde a la sociedad, desalienta las inversiones, desprecia el mérito y el esfuerzo, atenta contra la cultura del trabajo.
Los argentinos elegimos un Presidente en el marco constitucional que establece un sistema presidencial con toda la autoridad que la misma le otorga al Jefe de Estado. Nuestro sistema democrático no funciona si ello no ocurre. Por eso, los argentinos seguimos exigiendo, aunque cada vez con más desilusión, de que ello ocurra, pero el tiempo pasa y el mandato constitucional desobedecido se termina.
La lealtad tiene límites, la dignidad, pero sobre todas las cosas, la obligación de ejercer la autoridad delegada por el pueblo tal cual lo establece la Constitución.