Desde “Chivilcoy con Emilio” se vieron con muy buenos ojos las manifestaciones vertidas por el dirigente Emilio Monzó, creyendo que el camino planteado es el único a seguir para el bien de todos.
Hoy la Argentina transita una coyuntura de extrema complejidad, lo cual no es nuevo, pero se ve agravado por la pandemia que transitamos. Con niveles inaceptables de pobreza, con falta de oportunidades laborales, con inestabilidad económica e incertidumbre sobre el futuro, los desafíos son enormes y acuciantes. Se inscriben, además, en un crítico contexto internacional que ensombrece las perspectivas de mediano y largo plazo.
“La pandemia ha caído sobre el mundo como un rayo inesperado y agrava, naturalmente, la situación de un país como el nuestro, que ya arrastraba crisis estructurales de inmensa profundidad. No hay forma de enfrentar una situación semejante si no es con acuerdos sólidos, con vigoroso respaldo político y con objetivos comunes que ubiquen a la dirigencia a la altura de las circunstancias”.
Es un momento dramático de la Argentina, en el que la capacidad de tender puentes y sentarse a dialogar será el activo más importante para construir una esperanza. Si no encontramos esos caminos del encuentro, el país quedará entrampado en una polarización inconducente. El riesgo es que esa trampa acelere una crisis de consecuencias imprevisibles y engendre la tentación de aventuras radicalizadas y autoritarias.
Son válidos frente a esto varios ejemplos, la renegociación de los vencimientos de deuda fue una muestra de consenso al servicio de objetivos superiores. Lo mismo vimos en la primera etapa del desafío que impuso la pandemia, donde pudimos ver al presidente Fernández junto al gobernador de la provincia de Buenos Aires y el dirigente de nuestro espacio Horacio Rodríguez Larreta.
Pero hemos visto, también, el peligro de abandonar esa búsqueda de acuerdos y el fracaso de aquellos atajos que se intentan con prepotencia. Vicentin, la reforma judicial y la quita de recursos a la Ciudad de Buenos Aires son ejemplos de la falta de diálogo.
Son ejemplos, también, de las tensiones que abren nuevos conflictos en lugar de aportar las respuestas que espera la sociedad. Como dice Monzó, no encontraremos fórmulas mágicas ni soluciones inmediatas. Pero está claro que nuestra única posibilidad está en la mesa del consenso.
Podremos discutir estrategias, matices, herramientas y prioridades, pero tenemos la obligación histórica de acordar objetivos comunes y construir, sin demagogias ni oportunismos, verdaderas políticas de Estado. Es una tarea que nos convoca a todos.
Desde esta agrupación local apoyamos a Emilio (Monzó) y a Rogelio (Frigerio) porque entendemos que las políticas de estado son realmente la única herramienta de construcción a largo plazo, y como se dijo anteriormente solo con dialogo se lograran.
La salida no es “Ezeiza” la salida la hacemos todos juntos, involucrándonos, para lograr un futuro.
Chivilcoy con Emilio