A lo largo de dieciocho años, acompañó y fotografió a un indigente de su Chivilcoy natal, quien finalmente se reencontró con su familia que lo buscaba.

Oscar Ojeda vivía en un auto abandonado fuera de Chivilcoy
“A mí me emociona muchísimo, es un trabajo que atraviesa mi vida y me modificó para siempre, me hizo ver muchísimos valores”, comenta Daniel Muchiut. El fotógrafo de Chivilcoy acaba de ganar un premio de la Fundación Michael Horbach, un galardón que compartirá con su colega cubano Manuel Almenares y que ya ganaron en ocasiones anteriores figuras argentinas como Marcos Zimmermann. De Muchiut reconocen en esta ocasión su ensayo fotográfico La vida de Oscar, que siguió la vida de Oscar Ojeda a lo largo de casi dos décadas.
Oscar Ojeda era un indigente de Chivilcoy. Todo el mundo lo conocía en la ciudad del norte bonaerense: desaliñado, siempre rodeado de perros tan callejeros como él, durmiendo en un auto abandonado. No hablaba y nadie sabía qué le había pasado. Fue el trabajo paciente de Muchiut, siguiéndolo, reconstruyendo su cotidianeidad, se pudiera esbozar al menos parte del derrotero que lo llevó a la indigencia y que, finalmente, permitió que Oscar reconectara con su familia, que lo buscaba desde hacía medio siglo.
“Llevaba trabajando con historias de vida hacía algunos años; buscaba que me conmovieran: ya había estado con trabajadores de los hornos de ladrillos, de bares, había viajado al norte con las comunidades aborígenes. Y en Chivilcoy había un ser muy especial, que se veía deambular por la ciudad con un montón de bolsas y un montón de perros que lo seguían. Era alguien que a mí me conmovía al verlo pasar, pero nunca había tenido un intercambio de palabras, aunque sí lo miraba con mucho asombro por sus características”, recuerda el Muchiut.
Esto sucedía a mediados de la década del ’90 y fue recién para el ’98 cuando empezó a concretarse la posibilidad de hacer unas tomas con Oscar. “En esa época, yo viajaba bastante a Buenos Aires y me impactaba mucho ver la cantidad de gente viviendo en la calle. Me conmovía porque soy del interior, de Chivilcoy, y no se ven muchos casos así, pero en Capital había muchísima gente en las veredas, durmiendo en la calle, y para mí era inentendible. Cuando me enteré de que Oscar vivía en un auto abandonado, en un puente en las afueras de Chivilcoy, intenté acercarme a él, primero sin cámara, contándole que mi intención era retratarlo, ver como vivía, estar con él, compartir momentos, y Oscar aceptó. A partir de ese momento emprendimos un camino muy largo para contar su historia”.

Daniel Muchiut
El fotógrafo reconoce que para él una de las primeras conmociones del caso de Oscar era como alguien podía sobrevivir tan fuera del sistema y en semejantes condiciones. Alguien que, por ejemplo, sobrellevaba los inviernos porque se amuchaba con los perros para darse calor. “En esa época estábamos ya entrando en 2000, 2001, y con la crisis que teníamos los argentinos mucha gente se quedaba sin trabajo. Yo pensaba que había un hilo muy fino entre lo que uno aparentemente vive, una vida ‘normal’, y encarar una vida como la que estaba haciendo Oscar”, rememora. “Oscar lo vivía con una dignidad impresionante, sin pedir, sin mendigar: él se quedaba parado en la esquina y la gente se acercaba a darle algo de comer, y él iba y la compartía con sus perros. Era realmente admirable ver como no ejercía violencia ante una sociedad que lo expulsaba y lo sacaba cada vez más de del sistema”.
Desde entonces fueron años de acompañarlo. “Toda la vida trabajé en una imprenta y cuando podía hacerme un momento, iba”, cuenta Muchiut. “Había momentos en que Oscar estaba en el auto, después vivió en una pensión, luego en una tapera, pero más tarde se enfermó gravemente y terminó en un geriátrico”, enumera. “El proceso de trabajo era ver cómo él sostenía su vida y aprender de su silencio, de su forma de mirar lo que pasaba y seguir fotografiándolo sin cuestionarlo; también sin entender muy bien lo que sucedía. Yo lo hacía con un impulso vital para contar una historia de vida”.
“¿Por qué me otorgan este premio? Quizás el esfuerzo de haber estado trabajando 18 años con un ensayo, de que la historia de Oscar haya concluido con el encuentro con su familia”. “Nunca pensé que podía sostener el trabajo durante tanto tiempo”, reconoce. Incluso parte de su trabajo con Oscar se expuso en el Teatro San Martín. “Podría haber terminado ahí la historia, pero algo me impulsó a seguir adelante, retratándolo”. Entonces llegó el documental sobre la vida de Oscar. Resultó un punto de inflexión importante, pues permitió que Oscar se reencontrara con su familia. “Hacía 58 años que se habían separado y no se veían. Es uno de esos misterios que no puedo entender. Y agradezco haber tenido la voluntad y que Oscar me haya dado el lugar para que lo pueda retratar y que sucediera ese milagro”.