A pesar de los avances en la Educación Sexual Integral (ESI), el acceso a métodos anticonceptivos gratuitos y la difusión de información, el embarazo adolescente sigue siendo una realidad persistente que refleja las profundas desigualdades que existen en nuestra sociedad.
Cada año, miles de jóvenes atraviesan la experiencia de la maternidad en pleno proceso de adolescencia, a pesar de que, teóricamente, la información y los métodos anticonceptivos deberían estar disponibles para todos. Sin embargo, según especialistas, el problema no se limita únicamente al acceso a la protección, sino que responde a cuestiones culturales, a silencios sociales y a la falta de acompañamiento efectivo y real.
Un informe reciente de Amnistía Internacional revela datos alarmantes en Argentina: cerca de 43 mil adolescentes quedan embarazadas cada año, de las cuales alrededor de 1.300 son niñas menores de 15 años. Esta problemática también se manifiesta en localidades como Chivilcoy.
Una docente de secundaria señala que, aunque la información existe, a menudo no se transmite de manera adecuada. “Si la familia no trata el tema, la escuela queda sola en el proceso», agrega. Además, el miedo, el machismo y la idea, aún vigente en muchos sectores, de que la maternidad es un destino inevitable para las jóvenes, complican aún más la situación.
Reina Perdoménico, directora de APS, señala que la disponibilidad de métodos anticonceptivos no es la causa principal del embarazo adolescente. En los centros de salud primaria, las jóvenes pueden acceder a anticonceptivos orales, preservativos y la pastilla del día después. También cuentan con consejería sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que rige desde 2021. Sin embargo, muchas adolescentes no acceden a estos servicios debido a factores como la vergüenza, el temor al juicio social o el desconocimiento de sus derechos reproductivos.
En muchos casos, la maternidad es vista por las jóvenes como una salida o una forma de validación personal en contextos donde las oportunidades son limitadas. A esto se suman factores como la falta de proyectos de vida, la presión social y la desigualdad de género, que contribuyen a la persistencia del embarazo adolescente.
A pesar de algunas mejoras en las estadísticas nacionales, en muchos barrios el embarazo adolescente sigue siendo una realidad constante. Aunque existen políticas públicas, éstas necesitan llegar con mayor fuerza a los vínculos interpersonales, a las conversaciones cotidianas y a los cuerpos, para que puedan tener un impacto real.
Entre los factores de riesgo asociados al embarazo adolescente, Perdoménico destaca el inicio temprano de las relaciones sexuales, la falta de protección durante las mismas, la ausencia de educación sexual adecuada, la pobreza y el bajo nivel educativo.
Esto último es particularmente alarmante, ya que solo el 40% de las adolescentes que son madres logran completar la secundaria, lo que limita sus posibilidades de acceder a empleos formales y bien remunerados. Como consecuencia, muchas se ven forzadas a aceptar trabajos precarios o, en el peor de los casos, enfrentan largos periodos de desempleo. Este escenario refuerza el círculo vicioso de pobreza y desigualdad, consolidando barreras estructurales difíciles de superar.
Otro dato relevante es que alrededor del 70% de los embarazos adolescentes son no deseados. Por esta razón, los expertos coinciden en que la solución para reducir los embarazos adolescentes no pasa solo por ofrecer información y anticonceptivos, sino por crear espacios seguros para las jóvenes, brindar acompañamiento integral y trabajar con las familias y comunidades. Es necesario promover una educación sexual y afectiva que sea inclusiva, sostenida y libre de prejuicios.
El verdadero desafío radica en adoptar un enfoque integral que no solo aborde las soluciones inmediatas, sino que también trabaje sobre las causas estructurales de la desigualdad social. Más allá de las estadísticas, las jóvenes madres continúan enfrentándose a un estigma que dificulta la continuidad de sus estudios, mientras intentan reorganizar sus vidas, cuidar a sus hijos y mantener sus sueños y proyectos personales vivos.
A.V.