Casi como una excepción a tanta regla automatizada y numérica, ocurrió algo poco común. En Encuentro por las Artes, Ignacio Arigós y Nicolás Muchiut y los Quiméricos se presentaron en un escenario de frente a casi de un centenar de personas, paradas, sentadas, con vino, agua y cerveza en mano.
Arigós trae consigo una inconfundible impronta rosarina. Tanto en sus canciones como en las interpretaciones de Luis Alberto Spinetta o en los inéditos de Fito Páez, el ADN de su ciudad natal está cuidadosamente diseminado, en una presentación de voz y guitarra que juega constantemente entre lo íntimo y saltos potentes que atraviesan. Esos saltos no son solo metafóricos: una brusca desconexión de guitarra, el micrófono de lado y el músico terminando su repertorio entre la gente, a voz viva, pregonando que quien quiera oír que oiga, dio final.
Muchiut aparece como un pilar fundamental de la cultura chivilcoyana. Desde el armado de estos momentos en donde hace encontrar y conecta a músicos del país con la ciudad, hasta la renovación obstinada y persistente de todo el tiempo aportar algo nuevo. Entre las canciones que ya los presentes acompañan de principio a final, como “Ilusorio Velo”, “Ensayo sobre la flora y la fauna” o “La cuestión de quién te esperará”, aparecieron las recientes “Último suspiro de razón” y “Nueva Flor”, con melodías que se mudan rápidamente a la mente y hasta improvisaciones de freestyle a cargo del rapero Timmi Ruls. Los Quiméricos rematan con la fineza de una orquesta de rock que disfruta lo que está pasando. En los momentos de silencio musical, entre el público suenan referencias a canciones y formaciones de más de casi una década atrás, lo que no significa otra cosa que, además de lo que viene, hay ahí ya una historia escrita.
Estas canciones, sus letras, sus melodías atacan directamente a un momento en que, sin pataleos exagerados, la deshumanización es cada vez más imponente, relegada por parámetros poco entendibles y constantemente cambiantes, determinados por la monarquía de click. Encuentros como este, entonces, funcionan como aire aliviador, como el territorio que nunca vamos a querer dejar de habitar, porque con él y en él crecimos y nos creamos: el del rock nacional, con su identidad, con el sentido colectivo de comunidad y abrazo, de hacer en conjunto. Un trago entre amigos en Piluso o en La Capilla de Echesortu. El lugar en donde siempre vamos a querer estar.
Juan Manuel Blaiotta