“…como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer…” [Eduardo Galeano]
Movilizada por el brutal y despiadado asesinato de Lucía Pérez en Mar del Plata, la consigna nacional, que fuera acompañada por varios lugares del mundo, fue Vivas Nos Queremos. En Chivilcoy, la lluvia no sólo no despintó los carteles alusivos, sino que marcó con digna pregnancia las caras de la bronca, la indignación, el dolor y la tristeza, de un centenar de mujeres que tomaron el centro de Plaza Principal para expresarse y marchar luego junto a muchos compañeros hombres, que se sumaron al Paro de Mujeres.
#NosotrasParamos fue uno del hashtag tendencia en la convocatoria del plan de lucha de la jornada de ayer. Miles y miles de mujeres adhirieron -entre las 13 y las 14hs- en sus lugares de trabajo, en las redes sociales, en las casas. Desaparecer momentáneamente fue la consigna, paralizar la producción, el trabajo legislativo (resuenan los NO en el recinto nacional y la disolución de la Fiscalía temática que se ocupa de los femicidios), la política, la cultura, el tráfico, las escuelas, la rutina habitual que invisibiliza y naturaliza la violencia y se sorprende ante la crueldad y la muerte. Tarde. Siempre tarde.
#MiércolesNegro acusaba Instagram, y es que, a través de ese color, pesa mucho más la ausencia que la presencia. “Ya que nuestros cuerpos son públicos, hacemos públicos los edificios, las plazas y la Iglesia” dijo una joven desde el círculo de mujeres con paraguas que se formó en la vereda de la Plaza 25 de Mayo. Frente al Monumento a los Fundadores. Frente al Municipio. Frente a la Iglesia Mayor.
#NosotrasMarchamos, ruido y más ruido que hirvió en televisores y viajó a través de la web, y es que resuenan aún, las voces de las féminas -reaccionarias, subversivas, feminazis, insatisfechas, lesbianas y putas -del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario- donde casi 100.000 mujeres marcharon, se manifestaron y debatieron planes de acción contra la violencia y sus problemáticas asociadas, como las adicciones, la trata de personas, el narcotráfico, la corrupción, la violencia y desprotección contra la niñez y adolescencia, la inconsistencia y escasez de políticas públicas serias en educación sexual y salud pública. Pensando en la equidad. Pensando en las garantías de un Estado actuante y una sociedad igualitaria. Matan a muchas Lucías mientras tanto.
#VivasNosQueremos sonaba en marzo casi un grito extremo. A siete meses, suena desgarradoramente a suplica urgente. “Paren de matarnos” dijeron las chicas de la Murga Fantasía de Arrabal.
Con un promedio de 80 denuncias por violencia de género mensuales, Chivilcoy es uno de los tantos distritos críticos de la provincia de Buenos Aires. Con una Comisaría de la Mujer y la Familia, Casa de la Mujer y la Familia, un Juez de Paz diligente (según los propios actuantes al momento de activar los pedidos de perímetro), instituciones sociales activas, un Consejo local de Violencia, un bloque Feminista (único en la Provincia), un proyecto para la construcción de un albergue de tránsito para víctimas avalado por el propio jefe comunal, un centro de monitoreo que regula y fiscaliza botones antipánico todos los días, comunicadores con perspectiva de género, docentes comprometidos y demases, la balanza continúa inclinándose drásticamente con el peso inconmensurable de los cuerpos de Camila, Estela, Paola, Paula, Viviana y Estefanía.
Mientras que debates superfluos en redes sociales, denotan ignorancia, falta de respeto y violencias culturales enquistadas, nuestras hijas e hijos adolescentes amparan a la violencia desde sus relaciones, desde el empoderamiento mal entendido del que son víctimas. Desde las ausencias de nosotros los adultos. Mientras se exigen protocolos comunicacionales, carátulas de oficio y se cocinan proyectos políticos efectistas, el modo y la forma, despoja el color violeta del fondo de la cosa, para dejar entrever una negritud neta. Absoluta. Sin matices. No es suficiente.
Camila Ferreyra, Estela Mena, Paola Repollo, Viviana Gallo y Estefanía Orlando. Con nombre y apellido.
Por Valeria Trongé