Yo lo conocí en mi infancia. Mis inolvidables Maestras me enseñaron a quererlo.
Por aquellos tiempos lo identificaba –apenas- como el creador de nuestra amada Bandera, y como un general que luchó por la independencia de estas latitudes, victorioso en los enfrentamientos de Tucumán y Salta.
Y si bien estos méritos son más que suficientes para expresarle gratitud y reconocimiento, la figura de Belgrano ofrece otras admirables muestras de una entrega sin límites en aras del bien común y al servicio de la Patria.
Belgrano era abogado. Mas no dudó en archivar su condición de tal para trajinar senderos, empuñar el sable y cargar el cañón, reemplazando el escritorio por el campo de batalla.
Vivió y murió en la mayor pobreza. Fue, es y será ejemplo de humildad, generosidad y austeridad. Un auténtico espejo para quienes decidimos elegir compromisos en instituciones o desempeñar cargos o ejercer funciones públicas, ámbitos en donde la abulia, la ambición de poder, la retórica vacía y la corrupción suelen instalarse carcomiendo la confianza y la credibilidad de la ciudadanía.
Belgrano era un estadista. Pensó en su generación y en las futuras. Bregó incansablemente por la educación pública y gratuita, sin distinción de sexo, convencido que aquélla es clave para sentar las bases de una sociedad inclusiva, con actores capaces y valientes para defender sus derechos y garantías, pero también para conocer y cumplir sus obligaciones.
Creía en la cultura del trabajo, en la enseñanza de artes y oficios, en el desarrollo de la industria, en el cultivo de la tierra, en la mejora de la calidad de sus productos. Ferviente defensor de los derechos de los Pueblos Originarios, a los que llamaba “Naturales”.
“La vida es nada si la libertad se pierde”. “Fundar escuelas es sembrar en las almas”. “Que no se oiga que los ricos devoran a los pobres y que la justicia es sólo para aquéllos”. Belgrano. Mi prócer preferido.
En estas épocas de caminos erráticos, de soberbias, egoísmos y miserias, no estaría mal intentar -por una vez- la búsqueda de un destino común, priorizando el “todos” sobre el “yo”, la armonía sobre la discusión estéril, el diálogo sobre la sordera, el hacer sobre la apatía. Si así lo decidimos, la obra y las enseñanzas de Manuel Belgrano podrán orientarnos hacia el encuentro anhelado con la Patria por la que luchó y soñó para nosotros.
Horacio Alberto Vero