La pregunta que sin duda alguna me llena aún más de incertidumbres que de respuestas.
Podría concluir aquí simplificando que “el agua es vida”, pero esta frase se quedaría demasiado acotada y no llegaría a dimensionar lo que el agua significa para el planeta y su desarrollo.
Todo lo que hoy conocemos, necesita agua. Nuestros alimentos, nuestras prendas, nuestros objetos, nuestro cuerpo y más. Pero si así fuese que viviésemos como en el pasado, no dejaría de perder su valor, aunque no la usemos para fines más que alimenticios e higiénicos. Pero esta agua, la que se usa para producir y reproducir, es sólo una parte de la que existe, es la porción de un todo que envuelve 1386 millones de kilómetros cúbicos del mundo. Somos seres del agua más que de la tierra.
Hemos perdido los relatos originarios que nos hacían dar cuenta, a través de la mitología, las leyendas y de un poco de fantasía (ese mundo irreal que en la niñez nos encantaba) el valor de la vida natural. La Pachamama vive en relación con los seres, pero todo tenemos y poco damos, entonces en esa relación resquebrajada, que sostiene formas de descarte, desechables, que cree que todo lo puede reemplazar, la situación crítica del agua nos dice que hasta aquí hemos llegado demasiado lejos.
Los servicios ecosistémicos que nos dan provisión, regulación, cultura y soporte, los relacionados con el agua, están sufriendo las condiciones climáticas extremas que devienen del cambio climático y el calentamiento global. En este punto, el agua hace lo que puede, manteniendo el equilibrio entre los ecosistemas y su desarrollo natural y abarcando a lo más diverso. Y aunque la humanidad pareciese que se empecinara por contaminar, el agua sigue ayudándonos a vivir y brota cuando puede.
Decir que el agua brota es una invitación a sembrarla. Fuera de la metáfora y alejándonos de lo poetizable de una crisis hídrica (debemos volver a sacar belleza de lo natural), un uso más responsable y sustentable del agua, más amigable con el ambiente, es sostener el servicio ecosistémico y, además, es salud.
Pensar en el agua no se limita a los mares y océanos, ríos y lagos, cuando hablamos de agua y problematizamos lo que sucede, comprendemos que hay poblaciones que abren una canilla y apenas si gotea. En muchas zonas, el consumo de agua contaminada se naturaliza, porque no hay saneamiento correcto que permita su potabilización. No es necesario irnos demasiado lejos en el mapa, en argentina, muchos barrios populares tienen escasez de obra pública y no pueden acceder a aguas corrientes, saneadas y potabilizadas.
Debería bastarnos como sociedad, saber que sin agua no podemos vivir, y que por un incorrecto saneamiento 2 millones de muertes en el mundo, se producen por diarrea causada por el consumo de agua no potable, con desinfección ineficiente y por malnutrición. El 60% de la mortalidad de infantes, menores de un año, está relacionada con enfermedades infecciosas y parasitarias, mayoritariamente vinculadas con el agua.
Hemos crecido tanto demográficamente que el agua potable no alcanza para todos y todas, y en ese crecimiento, la demanda aumenta. Pero el agua no vale más que un diamante.
Simplificando la paradoja del diamante y el agua de Adam Smith, expresa que un diamante tiene satisfacción alta en lo social, como hay poca demanda, su valor es muy alto pero su importancia vital es 0. En tanto, en el caso del agua, vale menos que un diamante, pero su valor vital es el más alto. ¿Cómo puede ser esto posible?
Así es que, en este mundo del revés, estamos viendo el problema con otra perspectiva. Buscamos nuevas y mejoradas formas de vida, pero no sanamos la relación primigenia, y sí, los tiempos cambian, pero el agua no, no tenemos la misma cantidad que hace 2000 años, tenemos la misma cantidad (o menos) pero pronto lucharemos por ella.
Sería mejor, contener la cantidad, dejar de explotarla, de contaminarla, detener el cambio climático, y que nuestras formas de vida, de cara al futuro, sean sustentables. De lo contrario, indefectiblemente, el colapso ecológico será inevitable, ahora hay tiempo.
Es por todo esto que no puedo entender la vida sin ella.
La macro contaminación del agua comprende varios factores: globalización, migraciones, cambios demográficos, cambio climático, envejecimiento, pobreza, contaminación, producción animal sobredimensionada, emergencias y desastres. Un ejemplo son INDIA, CHINA Y ESTADOS UNIDOS que podrían tener una gran crisis hídrica producto de su acrecentamiento demográfico.
Es posible tener un posible conflicto por el agua, y está latente y generando tensión actualmente.
La crisis venidera por el agua, o guerra por el agua, se intensifica y se intensificará conforme pase el tiempo y sigamos viviendo de la misma manera, y ya no digo desarrollando nuestra vida porque, ¿es comprensible un desarrollo malgastado?
En los países en vías de desarrollo, se aumentó de 4% a 8% por año la extracción de agua. La contaminación hizo decrecer el suministro de agua dulce. En tanto, se obtienen muchas aguas negras parcialmente tratadas, algunas son efluentes provenientes de industrias, con tóxicos y sustancias químicas de las actividades agrícolas lixiviadas en aguas de superficies y freáticas.
Ya hay regiones y territorios que se encuentran en conflicto por el agua. Justamente, el decrecimiento de superficies de agua dulce es uno de los problemas. Tal es el caso del Norte de África y Cercano Oriente, que enfrentan las peores perspectivas.
Estas regiones se han quedado sin agua. Es más, en 1972 se declaró que Cercano Oriente ya no tenía más agua. Arabia Saudita también sufre escasez, entonces, estos territorios extraen agua de ríos y acuíferos subterráneos, formados por infiltración del agua pluvial que se estaciona bajo capas del suelo, que lamentablemente, no se van a reponer.
Pero ¿dónde inician los conflictos?
Es tanta la demanda de agua y cuando la misma falta, recién en la desesperación se dimensiona su importancia, y los territorios se pelean los unos con los otros en una competencia por extracción.
En Asia Central, la cuenca del mar de Aral es fuente de numerosos conflictos. Los países terminados en el sufijo Stán, como Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán y otros más, están peleándose. A su vez, varios países desarrollados con escasez de agua que también se enfrentan son Bélgica, el Reino Unido, Polonia, Singapur y Estados Unidos.
Pero el conflicto no es únicamente entre países o territorios, por ejemplo, en el oeste de Estados Unidos, los agricultores quieren más agua para el riego de sus cultivos y se contraponen a las zonas urbanas que demandan más agua para uso doméstico.
Se extrae, se pelea, se compite, pero no se repone nada de lo que se lleva de los ecosistemas y las aguas dulces subterráneas, se agotan.
En Argentina, no hay una legislación unificada para la gestión del agua, aplicándose una normativa diferente en cada provincia. Esto dificulta la gestión y el manejo integral del recurso hídrico. Consultando el mapa de la plataformadelagua.org.ar se puede ver cómo se distribuye el recurso en nuestro país.
Pero ampliemos esto con los siguiente: El agua en el planeta se distribuye en forma de embudo, lo que viene a significar la poca porción de agua dulce de la que disponemos. Sin embargo, el agua es el más abundante en la naturaleza, después de la atmósfera.
Antes de desglosar el embudo, es importante saber que el 97% del agua de la superficie terrestre es salada, y sólo el 3% restante, es dulce. De ese 3%, se desprenderán los porcentajes más importantes.
79 % de esa agua dulce, es hielo polar y glaciares
El 20%, son aguas subterráneas
El 1% restante, son las aguas superficiales accesibles
De este último mínimo porcentaje, el 52% son lagos y el 38% es la humedad del suelo.
Finalmente, el 1% restante son ríos, 8% humedad de la atmósfera y 1% de agua presente en organismos vivos.
Nuestra agua dulce se concentra, mayoritariamente en la actividad agraria, que utiliza más del 70% del agua que consumimos, llegando a desperdiciar el 80% de lo que emplea.
Y en caso de una crisis hídrica, como se planteó ante la Ley Ómnibus que buscaba entregar nuestro ambiente periglaciar, gran reservorio de agua dulce, un acuífero ayudaría a abastecer a la población, pero tardaría decenas de miles de años en reponerse… ¿Esto sería desarrollo?
Tenemos todas las herramientas para iniciar la transición que necesitamos. Mitigar el cambio climático es lo primero que debemos pensar y por lo que accionar. Un camino largo, pero no imposible hacia el sustento agroecológico, que pueda abastecer a la población sanamente, obras públicas que lleven el agua potable y saneada a todos los barrios, menos explotación del suelo, responsabilidad en el uso del agua, normas y legislaciones más rígidas ante la contaminación, y, sobre todo, ambientalismo popular en las escuelas, en los clubes, en las calles.
No podemos pensarnos como agentes externos, somos parte del problema y es hora de responsabilizarnos por él.
Hagamos que broten las aguas, como sembrando la esperanza de nuevo.
Camila Nazaret Martínez, responsable de la Secretaría de Ambiente y Sostenibilidad del Movimiento Evita, Chivilcoy
Muy buena publicacion.